Megaminería: insustentable e incontrolable
En respuesta al Ministro de Ambiente de la Nación
El martes 17 de mayo, el ministro de Ambiente de la nación, Sergio Bergman, publicó aquí un artículo denominado “Minería con licencia social, un cambio cultural”. Corresponde una respuesta porque, entre otras cosas, el ministro parte de premisas falsas, desconoce las largas luchas territoriales y olvida su condición de máxima autoridad ambiental federal.
Bergman ignora las largas luchas ciudadanas en los pueblos cordilleranos y precordilleranos que son las que están marcando huellas históricas en la defensa de los territorios en nuestro país y un punto de inflexión en el saqueo económico, la devastación ambiental, social, cultural e institucional que significa la figura extrema del extractivismo: la megaminería. Desconoce el ministro que son las asambleas ciudadanas las que vienen teniendo desde hace años un debate serio sobre la problemática, que tanto se reclama, a través del trabajo reflexivo de los compañeros en las manifestaciones, conversando con la comunidad, debatiendo en escuelas, lugares de trabajo, universidades y llevando adelante medidas de carácter institucional.
Sergio Bergman también desconoce que fue a partir del andamiaje jurídico montado en los noventa —sostenido y profundizado en la actualidad— que la Argentina se encontró con una nueva modalidad de explotación: la megaminería, hasta ese momento desconocida en nuestro país. Se diferencia respecto de la minería tradicional fundamentalmente en su (gran) escala y en su modalidad de explotación, lo que la hace inherentemente contaminante, insostenible e imposible de controlar. Para extraer los minerales diseminados en grandes extensiones de territorio, esta actividad se realiza a cielo abierto, con el uso de colosales cantidades de energía, explosivos, agua y sustancias extremadamente tóxicas para separar la roca del mineral.
Así, por ejemplo, el emprendimiento minero Pascua Lama (San Juan) removerá rocas por 1.806 millones de toneladas en todo su proceso extractivo; La Alumbrera (Catamarca) tiene autorizado el empleo de más de 86 millones de litros de agua por día, mucho más que el consumo total de la provincia y, a su vez, en materia eléctrica representa el 85% del consumo total de la energía de la provincia. En materia de explosivos, también los datos son espeluznantes: sólo en Pascua Lama se arrojarán durante el proceso extractivo la friolera de 493.500 toneladas, casi la mitad de los lanzados en la Segunda Guerra Mundial. Los tres principales proyectos mineros de nuestro país —La Alumbrera, Pascua Lama y Agua Rica— concentrarían un nivel de consumo energético (subsidiado) de 395 MW, lo que supera la producción de la central nuclear de Atucha (375 MW).
Con estas características, en la medida en que la gran minería avanza sobre los territorios y entra en competencia con otras actividades por la utilización del agua, la tierra, la energía y otros recursos, termina por reorientar la economía del lugar donde se implanta; se configura como un modelo territorial excluyente frente a otras concepciones del territorio y a las débiles economías regionales. Así, las producciones agropecuarias, industriales y el turismo de las zonas cordilleranas y precordilleranas son incompatibles con esta actividad.
Por su parte, en cuanto al marcado énfasis del ministro de Ambiente de la nación en el cumplimiento de las leyes, parecería olvidar que él es la autoridad de aplicación de la ley de glaciares y, como tal, responsable de su aplicación efectiva. En este sentido, el emprendimiento minero Veladero está operando sobre glaciares y ambiente periglacial, tal como se desprende del propio Informe de impacto ambiental realizado por la empresa. Esto convierte allí a la actividad en ilegal, al contradecir la ley de glaciares, que establece taxativamente la prohibición de actividades mineras sobre esas superficies. Recordemos que fue este emprendimiento minero en San Juan el que provocó, en septiembre pasado, el peor incidente minero ambiental de la historia de nuestro país al contaminar con 5 millones de litros de solución cianurada la cuenca del río Jáchal. Hecho que, a pesar de su brutalidad y su flagrancia, aún permanece impune y con el agravante de la reciente decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de enviar la investigación del hecho a la complaciente Justicia de San Juan.
Asimismo, el ministro, al decir: “La minería es una actividad que nos acompañará en nuestras vidas como en nuestras actividades productivas, así también en el crecimiento de la nación que la adopta”, también cae en una falsedad difundida insistentemente por el lobby de la minería transnacional. El destino casi exclusivo de este tipo de minería (oro, plata, cobre y otros minerales) es la exportación de un concentrado, con nulo valor agregado. Esto, a su vez, acentúa una desigual geografía de la extracción y el consumo general, que afecta a todo el subcontinente latinoamericano. Por ejemplo, América Latina produce el 26,2% de la bauxita en el mundo, pero sólo consume el 2,9%; en cuanto al cobre, produce el 45,1% y consume el 6,1 por ciento. Respecto del oro, se extrae el 15,2%, pero se consume solamente el 3 por cuento. A esto hay que agregar que la minería aurífera, muy expandida en nuestro país, refiere a un metal que tiene un escaso uso o utilidad social, ya que el 83% de su producción es utilizado para reservas bancarias y joyería.
Y en Argentina, además, el régimen jurídico aplicable a la minería cuenta con un tratamiento impositivo y financiero diferencial que posibilita que coexistan empresas inmensamente ricas y pueblos extremadamente pobres. En efecto, en las provincias ligadas a la megaminería (Catamarca, San Juan y Santa Cruz), esta actividad está lejos de haberse convertido en un motor de desarrollo.
Después de más de tres lustros de explotación de La Alumbrera y ya en su fase final, el paisaje socioeconómico de Catamarca no cambió favorablemente, sino todo lo contrario: los índices industriales y de la construcción cayeron y los niveles de pobreza siguen siendo más altos que la media nacional y con porcentajes de población asistida a través de los diversos programas sociales entre los más altos del país (es la provincia que presenta el mayor número de beneficiarios de la asignación universal por hijo).
Lo mismo ocurre en la provincia estrella de la gran minería, San Juan —elegida como modelo del lobby minero—, que, a pesar de tener en funcionamiento hace muchos años algunos de los mayores emprendimientos mineros del país y de la transferencia de la nación durante los últimos años del doble de recursos per cápita que la media nacional, la pobreza y la indigencia (según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos) son las más altas de su región y se mantienen en mayor proporciones que las provincias vecinas que no desarrollan la actividad. En esta provincia, la empresa Barrick, por Veladero (la mina más grande de la provincia), aporta en concepto de regalías menos del 1% del total de ingresos provinciales. La minería metalífera actualmente emplea allí poco más de 2.500 personas en forma directa, sólo el 1% del total del empleo en esa provincia.
Lo cierto es que pese a las reiteradas promesas del sector, la minería metalífera representa menos del 0,045% de la población económicamente activa (PEA) de la Argentina. Incluso en Perú, el país minero por excelencia, la minería ocupa el 2% de la PEA, contra el 23% de la agricultura, el 16% del comercio y el 10% de la manufactura.
No existe en el mundo ninguna región que haya logrado un desarrollo socioeconómico con la gran minería, como tampoco hay lugar en el mundo donde se desarrollen (o intenten) proyectos de megaminería y no haya gran conflictividad social. El sistemático ataque a las libertades individuales más básicas para imponer este modelo conlleva a un nuevo capítulo de violación de derechos humanos en nuestro país que reduce al mínimo los alcances de la propia democracia.
En suma, esta actividad está concentrada en unas pocas empresas transnacionales, que generan una exigua mano de obra, cuya producción está orientada de modo exclusivo a la exportación masiva de minerales (sin valor agregado), con altísima conflictividad social. Dejan como herencia pasivos ambientales durante y tras el cierre de las minas (lo que configura verdaderas zonas de sacrificio) que quedarán a cargo del Estado nacional, las provincias y, sobre todo, las poblaciones.
Por estas razones es que el economista ecuatoriano Alberto Acosta difundió la frase: “La maldición de la abundancia” para caracterizar el extractivismo extremo en nuestra región, a la cual históricamente se le ha reservado el papel de exportadora de naturaleza, sin considerar sus impactos desestructurantes sobre la población ni los efectos socioambientales. La historia lo demuestra: por donde pasa la gran minería sólo quedan saqueo, territorios devastados y empresas colosalmente ricas. Aunque los Gobiernos no lo adviertan, como el ministro Sergio Bergman, serán los pueblos en los territorios los que no dejarán que se sigan escribiendo nuevos capítulos de Las venas abiertas de América Latina.
YPF-Chevron: la visión más cortoplacista
POR MARISTELLA SVAMPA SOCIOLOGA
ENRIQUE VIALE ABOGADO AMBIENTALISTA
En lugar de pensar una agenda de transición y orientarse hacia las energías limpias y renovables, el Gobierno nacional reafirma la dependencia de los combustibles fósiles y embarca a la empresa petrolífera nacional en una explotación que ha despertado numerosos y fundados cuestionamientos.
Megaminería, el debate que falta
Maristella Svampa,
PARA LA NACION
MIÉRCOLES 07 DE OCTUBRE DE 2015
Enrique Viale: "El derrame de cianuro es un delito federal"
Veladero: "La estrategia de Barrick y Gioja es instalar la teoría de que 'ya está y no pasó nada'"
PUBLICADO EN EDICIÓN IMPRESA DE
Retrocesos y puntos ciegos
Penurias del medio ambiente despojado
Ecología política. Maristella Svampa y Enrique Viale tejen un diagnóstico alarmante del ecosistema Local agobiado por el modelo industrial imperante.
Por HECTOR PAVON
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Monsanto y la seguridad jurídica
La instalación de Monsanto tiene una ilegalidad de origen que muchos buscan ocultar. La zonificación del predio elegido no permite la radicación de un establecimiento industrial.
Columnistas
OPINIÓN
Fracking, discursos y eventos: crónica de una realidad anunciada
18/07/2014
Hace tiempo que venimos advirtiendo sobre la peligrosa construcción de un relato mistificador y celebratorio de la explotación de hidrocarburos no convencionales con la metodología del fracking por parte del gobierno nacional a través de YPF, así como de los involucrados provinciales, que incluyen de modo central a los gobiernos neuquino y rionegrino. La intensa estrategia comunicacional, que busca rechazar de plano cualquier crítica o carácter controversial a la metodología de la fractura hidráulica, cobra por momentos ribetes grotescos cuando no insistentemente dramáticos y negadores de la realidad. Así, en todos los casos, operadoras y gobiernos hablan de "fracking seguro" y de "controles serios", ocultando información a la población, mientras se minimizan los riesgos ambientales y los cuestionamientos económicos y políticos, se apunta a negar la representatividad y los derechos de las comunidades mapuches, se habla peyorativamente de los "sectores ambientalistas" y, en el límite, como en caso del gobierno neuquino, se los acusa de "terrorismo ambiental".
Esta fuerte ofensiva política y comunicacional, que arrancó luego de la aprobación del contrato con Chevron (en agosto del 2013), tiene por objetivo construir un consenso en torno del fracking mostrando que, de la mano de YPF (y de otras empresas transnacionales), éste es no sólo "necesario" sino además "seguro" y altamente "beneficioso" para el desarrollo regional y del país. Como si esto fuera poco, se pretende identificar empresa nacional, soberanía energética y defensa de los hidrocarburos no convencionales apelando emotivamente al nacionalismo, como sucedió con las campañas publicitarias de YPF durante el Mundial de fútbol recién finalizado.
Sin embargo, tanto el caso rionegrino, donde el fracking avanza en Allen en medio de plantaciones de peras y manzanas, como en el de la estepa neuquina, ya ha habido eventos inherentes a este tipo de explotación que ponen de relieve la insostenibilidad de este discurso celebratorio. Así, en Allen, entre marzo y julio de este año ya se registraron dos serios siniestros en pozos de hidrofractura en la zona de chacras.
El 19 de marzo se registró una explosión de un pozo de tight gas. Ese mismo día, desde la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua (APCA-Allen) trataron de comunicarse con el secretario de Ambiente, pero la provincia de Río Negro ya no contaba con ese funcionario tras el ajuste realizado por el gobernador Alberto Weretilneck. En el lugar sólo estaba el secretario de Hidrocarburos, Daniel Giménez, quien no brindó explicaciones ni soluciones. La denuncia pública frente a la ausencia de controles y las irregularidades cometidas llevó a que dicho pozo fuera clausurado por un mes.
Ahora, en la madrugada del 14 del mes en curso se registró un nuevo "evento" en un pozo de fracking también en la zona de chacras, cerca de la entrada de Allen, después de que se trabara un trépano en las profundidades y tuvieran que introducir gasoil para intentar destrabarlo. Las llamas del incendio alcanzaron los 15 metros de altura y Allen volvió a ser noticia, encendiendo nuevamente la luz de alarma. Además, en dicho pozo tuvo lugar otro "evento" hace poco más de un año a partir del desprendimiento de un instrumento de trabajo en el subsuelo, para lo cual hubo que llamar a un equipo de rescate procedente del extranjero.
Mientras el gobernador Weretilneck realiza declaraciones rimbombantes sobre "la coexistencia de las actividades y la existencia de los controles públicos", la intendenta allense, Sabina Costa, que desde el comienzo ha dado claras muestras de una mezcla de indiferencia con falta de amplitud de miras, se ha empecinado en desoír cualquier llamado de atención de los vecinos y de especialistas sobre la peligrosidad del fracking, así como las implicancias negativas del avance de la actividad hidrocarburífera sobre la tradicional matriz frutícola. Más aún, ambas autoridades fueron las principales detractoras de la ordenanza que prohibía la metodología de la fractura hidráulica en el ejido municipal, votada por unanimidad por el Concejo Deliberante de Allen en agosto del 2013. Recientemente Costa, que aspira a su reelección -esperando recibir las regalías, luego de la renegociación provincial de los contratos petroleros-, declaró exultante que "Allen se va a convertir en el mayor productor de gas, después de Vaca Muerta. Eso se dice" (Noticias.net, 2014).
En verdad, no sorprenden el cinismo ni la mala fe de nuestros gobernantes. Lo que asombra, más allá de las denuncias solitarias de la asamblea del lugar y unos pocos vecinos o de las interesantes campañas del espacio "Proyecto Allen", es la apatía de la población local. Por un lado, tenemos una débil y corporativa Cámara de Fruticultores donde los chacareros oscilan entre el rechazo simbólico y la inacción, mientras algunos otros sueñan con hacer un contrato con la empresa petrolera (ayer Apache, hoy Yacimientos del Sur) "para salvarse", sin pensar que ese mismo acto los acerca más al tiro del final. Por otro lado, asombra la indiferencia de la población allense: ni los maestros, comerciantes, jóvenes y profesionales ni los trabajadores de la fruta, a nadie parece interesarle o importarle demasiado cuán influyente pueda ser esta vía rápida hacia un nuevo modelo de ocupación territorial en lo que respecta a su destino como comunidad. Algunos podrán argüir que, por el momento, el avance de la actividad hidrocarburífera afecta sobre todo a los pequeños productores, pero su expansión creciente afectará sin dudas la matriz productiva tradicional y al conjunto de los sujetos sociales y económicos involucrados, así como también a la localidad, su estilo de vida y su configuración social y urbana, con sus inevitables impactos ambientales y sociosanitarios.
En la misma línea, un ejemplo reciente pone de manifiesto el valor de los proclamados 'controles del gobierno' y 'responsabilidad social empresaria'. En mayo del corriente año se "perdió" una pastilla radiactiva en un pozo petrolero de Rincón de los Sauces, en Neuquén. Después de informar que se habían hecho mediciones de superficie para verificar la seguridad de los operarios, se explicó que se habían agotado las acciones para recuperar ese elemento, por lo cual se iba a cementar el pozo, como si eso garantizara la seguridad de un elemento radiactivo y el impacto, que puede medirse en términos de cientos o miles de años de radiaciones. A los pocos días, el secretario de Ambiente de Neuquén, Ricardo Esquivel, señaló con absoluta liviandad y sin mayores precisiones que "no hay peligro de contaminación porque el elemento está encapsulado y no hay posibilidad de radiaciones". De igual manera, como señala Roberto Ochandio, técnico en petróleo y geógrafo, autor de uno de los pedidos de informe, "todavía no hubo reconocimiento del accidente por parte de Halliburton, la compañía responsable por ese elemento radiactivo".
Un mes y medio después, el 11 del mes en curso, el tema vuelve a ser noticia en otro lugar, el yacimiento de Aguada Pichana, en la cuenca del río Neuquén, sobre el yacimiento Vaca Muerta, donde se "perdió" otra pastilla radiactiva. Estos eventos, como dice un comunicado la Fundación Ecosur, "no sólo nos recuerdan otras denuncias: derrames de petróleo, surgencia de aguas contaminadas con hidrocarburos, el incendio de pozos petroleros en Allen o Plottier, las emisiones de metano en la planta de metanol y los animales muertos por las aguas con hidrocarburos en Cutral Co. Eventos de gran impacto ambiental y social que se suceden sin solución de continuidad en las cuencas de los ríos de Patagonia Norte, superpuestas a la cuenca hidrocarburífera neuquina. Accidentes que toman estado público eventualmente o cuando demuestran un carácter trágico, lamentable".
Así, a pesar del enorme esfuerzo en ocultar información y minimizar estos eventos, la campaña sobre el "fracking seguro" se cae a pedazos ante la misma realidad. Es hora de que la sociedad en su conjunto (sectores políticos, educativos, sindicales, medios de comunicación) y sobre todo las poblaciones involucradas tomen conciencia de los riesgos inherentes a este tipo de explotación y evalúen cómo la misma afectará a las presentes y futuras generaciones, el ecosistema y la vida. En todo caso, como sostiene en una reciente carta abierta a la comunidad Proyecto Allen, nadie podrá alegar mañana "no sabíamos", "nadie hizo nada" o a "nadie le importó".
El avance del Consenso del Fracking
Columnistas
El acuerdo con Chevron
Entre la impunidad ambiental y la legislación "a medida"
“EL FRACKING ES CHUPARLE LOS ÚLTIMOS JUGOS A LA TIERRA”
Por Enrique Viale | Para LA NACION
Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios
VER EN: http://www.lanacion.com.ar/1689742-una-iniciativa-que-lastima-a-la-naturaleza-y-marca-la-desigualdad
PUBLICADO EN EDICIÓN IMPRESA DE PERFIL
Por Enrique Viale | Para LA NACION
Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios
VER EN: http://www.lanacion.com.ar/1689742-una-iniciativa-que-lastima-a-la-naturaleza-y-marca-la-desigualdad
PUBLICADO EN EDICIÓN IMPRESA DE PERFIL
ACUERDO YPF-CHEVRON
Es el extractivismo, estúpido
El actual modelo extractivista-financiero es un sistema que explota y lastima a los pueblos, que sobreexplota la naturaleza, expandiendo los límites productivos, imponiendo actividades no decididas por los habitantes de los territorios y creando enclaves financieros contrarios a las relaciones y prácticas de las economías locales preexistentes. Cree que la naturaleza es una fuente inagotable de recursos y no respeta las políticas de vida de comunidades indígenas, campesinas y poblaciones que sufren la segregación económica y espacial tras el velo del crecimiento económico. Un modelo que se impone por la fuerza, a espaldas de la sociedad, y con criminalización y represión del que piense distinto, abriendo así un nuevo capítulo de violación de derechos humanos básicos.
La técnica experimental de fractura hidráulica para la explotación de hidrocarburos no convencionales (fracking) es una de las caras extremas de este extractivismo que corre todo el tiempo sus fronteras, consolidando además una matriz energética basada en los hidrocarburos, postergando indefinidamente el desarrollo de energías alternativas y compatibles con los ciclos de la naturaleza.
Por estas razones el fracking ha sido prohibido en Francia, en Bulgaria, en Vermont (Estados Unidos) y en Québec (Canadá). Además, se han dictado moratorias (suspensiones) por el principio precautorio en el estado de Nueva York y diversas regiones de Europa. También fue prohibida en una decena de municipios de nuestro país.
Y la elegida en la Argentina para desarrollar a gran escala esta técnica tan cuestionada fue la corporación Chevron, quien cometió, en Ecuador, delitos que técnicamente pueden considerarse como de “lesa humanidad”. Allí arrasó durante treinta años con más de 500 mil hectáreas de la Amazonia ecuatoriana e hizo desaparecer comunidades y ecosistemas enteros. Por ello fue sentenciada a pagar, luego de 16 años de disputa judicial, la suma de 19 mil millones de dólares, la mayor condena ambiental de la historia.
Bajo el paradójico título de “Soberanía hidrocarburífera” y con la misma pluma que la leonina legislación minera de la década de los 90, la Presidenta de la Nación dictó el decreto 929/13 que otorgó una serie de beneficios impositivos, tributarios y financieros que serán una pesada carga difícil de desmontar en el futuro. Este decreto junto al acuerdo celebrado con Chevron para la explotación en Neuquén del yacimiento Vaca Muerta (el emprendimiento de hidrocarburos no convencionales más grande de la Argentina) se convertirán prontamente en los mayores símbolos de entrega de soberanía de la última década.
Pero la crítica no sólo debe estar posada sobre el Gobierno nacional. La denominada centroizquierda –u oposición mediática– hace alianzas con el radicalismo, que es uno de los mayores impulsores del fracking en Neuquén (y en provincias como Mendoza); la vieja izquierda sólo reclama “nacionalización” o “control obrero”; y otros piden simplemente “mayor control público”. Ninguna cuestiona el modelo de (mal) desarrollo que se esconde atrás del fracking, no se trata solamente de quién se apropia de la renta.
Con sus luchas, quienes nos están marcando un camino son las asambleas, comunidades indígenas y pueblos que defienden sus territorios. Ellos están reconstruyendo y resignificando conceptos elementales para saltear la encrucijada que nuevamente el capital transnacional puso sobre la región: derechos de la naturaleza, soberanía alimentaria, vivir bien, justicia ambiental, eco-socialismo, bienes comunes, alternativas al desarrollo. Estos lenguajes, que parecen tan ajenos a la agenda mediática/política de nuestro país, forman parte del diálogo cotidiano de estos pueblos.
Con esa inspiración resulta imperioso que promovamos un serio debate sobre la relación con la naturaleza (en realidad como parte de ella), que permita superar la concepción del desarrollo como crecimiento infinito y el modelo extractivista como si fuese un destino inevitable. ¿Estamos preparados para darlo?
*Ambientalista. Candidato a diputado nacional por Nueva Izquierda.
El actual modelo extractivista-financiero es un sistema que explota y lastima a los pueblos, que sobreexplota la naturaleza, expandiendo los límites productivos, imponiendo actividades no decididas por los habitantes de los territorios y creando enclaves financieros contrarios a las relaciones y prácticas de las economías locales preexistentes. Cree que la naturaleza es una fuente inagotable de recursos y no respeta las políticas de vida de comunidades indígenas, campesinas y poblaciones que sufren la segregación económica y espacial tras el velo del crecimiento económico. Un modelo que se impone por la fuerza, a espaldas de la sociedad, y con criminalización y represión del que piense distinto, abriendo así un nuevo capítulo de violación de derechos humanos básicos.
La técnica experimental de fractura hidráulica para la explotación de hidrocarburos no convencionales (fracking) es una de las caras extremas de este extractivismo que corre todo el tiempo sus fronteras, consolidando además una matriz energética basada en los hidrocarburos, postergando indefinidamente el desarrollo de energías alternativas y compatibles con los ciclos de la naturaleza.
Por estas razones el fracking ha sido prohibido en Francia, en Bulgaria, en Vermont (Estados Unidos) y en Québec (Canadá). Además, se han dictado moratorias (suspensiones) por el principio precautorio en el estado de Nueva York y diversas regiones de Europa. También fue prohibida en una decena de municipios de nuestro país.
Y la elegida en la Argentina para desarrollar a gran escala esta técnica tan cuestionada fue la corporación Chevron, quien cometió, en Ecuador, delitos que técnicamente pueden considerarse como de “lesa humanidad”. Allí arrasó durante treinta años con más de 500 mil hectáreas de la Amazonia ecuatoriana e hizo desaparecer comunidades y ecosistemas enteros. Por ello fue sentenciada a pagar, luego de 16 años de disputa judicial, la suma de 19 mil millones de dólares, la mayor condena ambiental de la historia.
Bajo el paradójico título de “Soberanía hidrocarburífera” y con la misma pluma que la leonina legislación minera de la década de los 90, la Presidenta de la Nación dictó el decreto 929/13 que otorgó una serie de beneficios impositivos, tributarios y financieros que serán una pesada carga difícil de desmontar en el futuro. Este decreto junto al acuerdo celebrado con Chevron para la explotación en Neuquén del yacimiento Vaca Muerta (el emprendimiento de hidrocarburos no convencionales más grande de la Argentina) se convertirán prontamente en los mayores símbolos de entrega de soberanía de la última década.
Pero la crítica no sólo debe estar posada sobre el Gobierno nacional. La denominada centroizquierda –u oposición mediática– hace alianzas con el radicalismo, que es uno de los mayores impulsores del fracking en Neuquén (y en provincias como Mendoza); la vieja izquierda sólo reclama “nacionalización” o “control obrero”; y otros piden simplemente “mayor control público”. Ninguna cuestiona el modelo de (mal) desarrollo que se esconde atrás del fracking, no se trata solamente de quién se apropia de la renta.
Con sus luchas, quienes nos están marcando un camino son las asambleas, comunidades indígenas y pueblos que defienden sus territorios. Ellos están reconstruyendo y resignificando conceptos elementales para saltear la encrucijada que nuevamente el capital transnacional puso sobre la región: derechos de la naturaleza, soberanía alimentaria, vivir bien, justicia ambiental, eco-socialismo, bienes comunes, alternativas al desarrollo. Estos lenguajes, que parecen tan ajenos a la agenda mediática/política de nuestro país, forman parte del diálogo cotidiano de estos pueblos.
Con esa inspiración resulta imperioso que promovamos un serio debate sobre la relación con la naturaleza (en realidad como parte de ella), que permita superar la concepción del desarrollo como crecimiento infinito y el modelo extractivista como si fuese un destino inevitable. ¿Estamos preparados para darlo?
*Ambientalista. Candidato a diputado nacional por Nueva Izquierda.
Vamos por nuevos paradigmas
Queremos incorporar al debate en el Congreso Nacional nuevos paradigmas, todos invisibilizados por la agenda mediática/política. Queremos construir otra cultura política, otra relación con la naturaleza (como parte de ella) y otro sentido de lo público.
Debemos reconocer los Derechos de la Naturaleza, que no supone una naturaleza virgen, sino el respeto integral por su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos, la defensa de los sistemas de vida y de todos los seres vivos.
Dejar de comprender la naturaleza como una mera mercancía sino también únicamente como un recurso natural estratégico, como lo entiende la vieja izquierda. La transición del concepto de recursos naturales al de bienes comunes consiste en una radicalización de la democracia.
Por el contrario, en todo el país se ha consolidado un modelo extractivista-exportador que la sobreexplota, donde son las corporaciones las que dominan los territorios: la minera Barrick en la cordillera, Monsanto en el campo y, ahora, Chevron en el subsuelo.
Y la historia lo demuestra, por donde pasa el extractivismo sólo quedan transnacionales enriquecidas, saqueo, contaminación y territorios devastados. Y va por nuevas fronteras, pretende mercantilizar todo, expulsando población y condenándola a las periferias de las ciudades, creando más exclusión. La crisis ecológica/ambiental y la crisis social están profundamente interrelacionadas y son producto de las mismas fuerzas estructurales.
El “extractivismo” también ha llegado a las grandes ciudades. Pero no son los terratenientes sojeros, ni la megamineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza y territorio, se apropia de lo público, provoca daños ambientales generalizados y desafía a la naturaleza en el marco de una marcada degradación institucional y social. El éxito de la ciudad se busca a través de indicadores como la construcción de metros cuadrados, el aumento de la valuación de los inmuebles, lo cuantitativo por sobre los cualitativo.Cada vez más se profundiza la concentración de territorio. La entrega de bienes comunes como las tierras e inmuebles del Estado, los espacios verdes, para la especulación inmobiliaria no descansa. Los barrios pierden sus identidades y sus habitantes no tienen decisión en las políticas de planeamiento urbanas. Se ha mercantilizado la vivienda hasta el paroxismo, convirtiendo a los inmuebles en una especie de commodity, una mera mercancía, mera especulación, un bien de cambio.
En la Ciudad de Buenos Aires se construyeron 20 millones de m2 en los últimos 10 años y en el mismo período creció un 50% la población que vive en sus villas. El 50% de los inmuebles de Puerto Madero están vacíos.
¿Para quién se construye? ¿Para qué? Se impone así un sistema especulativo, que implica privatizar beneficios y socializar costos. La contracara de la especulación inmobiliaria es la emergencia habitacional. La naturaleza y los espacios públicos es completamente sacrificable en pos del crecimiento de la ciudad y la generación de renta para las corporaciones inmobiliarias. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza irracionalmente y se avanza sobre las superficies absorbentes en áreas urbanas y suburbanas que no las planifica el interés general, sino la especulación inmobiliaria a través de los privilegios que le conceden quienes ocupan cargos en los Estados. Un ejemplo de ello fue el resultado del Pacto PRO-K en la legislatura porteña -en noviembre del año pasado- que entregó casi 200 has de la Ciudad a la especulación inmobiliaria.
En definitiva, el Extractivismo Urbano está consolidando ciudades degradadas, violentas, insalubres, privatistas, exclusivas y antidemocráticas. Todos y todas, y no un pequeño grupo de corporaciones –ni tampoco una élite de funcionarios del Estado–, deben poder elegir –democráticamente- qué hacer en los territorios comunes, en los espacios públicos.
No le decimos a nadie que “camine distinto”, nosotros queremos caminar como ellos. Como los vecinos que se agrupan para defender la identidad de un barrio, contra las torres, las inundaciones, en defensa de sus plazas o parques, por su vivienda. Sin vanguardismos, debemos avanzar hacia la radicalización de la democracia en el Gobierno de nuestras ciudades y territorios, por allí está el camino.
EL PAIS › OPINION
Queremos incorporar al debate en el Congreso Nacional nuevos paradigmas, todos invisibilizados por la agenda mediática/política. Queremos construir otra cultura política, otra relación con la naturaleza (como parte de ella) y otro sentido de lo público.
Debemos reconocer los Derechos de la Naturaleza, que no supone una naturaleza virgen, sino el respeto integral por su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos, la defensa de los sistemas de vida y de todos los seres vivos.
Dejar de comprender la naturaleza como una mera mercancía sino también únicamente como un recurso natural estratégico, como lo entiende la vieja izquierda. La transición del concepto de recursos naturales al de bienes comunes consiste en una radicalización de la democracia.
Por el contrario, en todo el país se ha consolidado un modelo extractivista-exportador que la sobreexplota, donde son las corporaciones las que dominan los territorios: la minera Barrick en la cordillera, Monsanto en el campo y, ahora, Chevron en el subsuelo.
Y la historia lo demuestra, por donde pasa el extractivismo sólo quedan transnacionales enriquecidas, saqueo, contaminación y territorios devastados. Y va por nuevas fronteras, pretende mercantilizar todo, expulsando población y condenándola a las periferias de las ciudades, creando más exclusión. La crisis ecológica/ambiental y la crisis social están profundamente interrelacionadas y son producto de las mismas fuerzas estructurales.
El “extractivismo” también ha llegado a las grandes ciudades. Pero no son los terratenientes sojeros, ni la megamineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza y territorio, se apropia de lo público, provoca daños ambientales generalizados y desafía a la naturaleza en el marco de una marcada degradación institucional y social. El éxito de la ciudad se busca a través de indicadores como la construcción de metros cuadrados, el aumento de la valuación de los inmuebles, lo cuantitativo por sobre los cualitativo.Cada vez más se profundiza la concentración de territorio. La entrega de bienes comunes como las tierras e inmuebles del Estado, los espacios verdes, para la especulación inmobiliaria no descansa. Los barrios pierden sus identidades y sus habitantes no tienen decisión en las políticas de planeamiento urbanas. Se ha mercantilizado la vivienda hasta el paroxismo, convirtiendo a los inmuebles en una especie de commodity, una mera mercancía, mera especulación, un bien de cambio.
En la Ciudad de Buenos Aires se construyeron 20 millones de m2 en los últimos 10 años y en el mismo período creció un 50% la población que vive en sus villas. El 50% de los inmuebles de Puerto Madero están vacíos.
¿Para quién se construye? ¿Para qué? Se impone así un sistema especulativo, que implica privatizar beneficios y socializar costos. La contracara de la especulación inmobiliaria es la emergencia habitacional. La naturaleza y los espacios públicos es completamente sacrificable en pos del crecimiento de la ciudad y la generación de renta para las corporaciones inmobiliarias. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza irracionalmente y se avanza sobre las superficies absorbentes en áreas urbanas y suburbanas que no las planifica el interés general, sino la especulación inmobiliaria a través de los privilegios que le conceden quienes ocupan cargos en los Estados. Un ejemplo de ello fue el resultado del Pacto PRO-K en la legislatura porteña -en noviembre del año pasado- que entregó casi 200 has de la Ciudad a la especulación inmobiliaria.
En definitiva, el Extractivismo Urbano está consolidando ciudades degradadas, violentas, insalubres, privatistas, exclusivas y antidemocráticas. Todos y todas, y no un pequeño grupo de corporaciones –ni tampoco una élite de funcionarios del Estado–, deben poder elegir –democráticamente- qué hacer en los territorios comunes, en los espacios públicos.
No le decimos a nadie que “camine distinto”, nosotros queremos caminar como ellos. Como los vecinos que se agrupan para defender la identidad de un barrio, contra las torres, las inundaciones, en defensa de sus plazas o parques, por su vivienda. Sin vanguardismos, debemos avanzar hacia la radicalización de la democracia en el Gobierno de nuestras ciudades y territorios, por allí está el camino.
EL PAIS › OPINION
Los derechos de la naturaleza
Por Norma Giarracca y Enrique Viale
Socióloga (IIGG-UBA) y abogado ambientalista.
Ambos integran el colectivo Voces de Alerta.
28/11/11
Un debate que circula por el mundo después de haber sido puesto en la agenda política por las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador arribó a los espacios públicos de nuestro país: los Derechos de la Naturaleza. Este debate tuvo lugar hace poco en un seminario en la Ciudad de Buenos Aires y no sólo abordó la temática del status legal de la naturaleza, sino cuestiones que integran también este nuevo pensamiento social que incluye la crítica al modelo “extractivista” de recursos naturales, las posibilidades de limitarlo o salir de él en un escenario donde la geopolítica internacional puso la mira en estos territorios; el respeto por las “políticas de vida” de comunidades indígenas, campesinas y también de poblaciones con arraigo en los territorios; o aquellos conceptos que hacen al respeto de la heterogeneidad cultural; la decolonialidad del saber, que significa desactivar la idea de que existe un único conocimiento al que se tienen que subordinar las múltiples formas de saber de los distintos sectores sociales y culturales.
Este espacio de discusión contó con la valiosa presencia de Eugenio Zaffaroni, quien nos recordó que veinte siglos para declarar “personas” al conjunto de los seres humanos, después de racismos y genocidios múltiples, ayudan a comprender las resistencias actuales para declarar que, además de nosotros, hay otros que tienen derechos. La historia de la problemática en Occidente depara escepticismo aun cuando muchos de los principios de la ecología y de la ecología profunda provienen de allí; no obstante, Zaffaroni pudo partir de la hipótesis Gaia para llegar a los debates actuales de América latina, herederos de pensamientos aymaras, quechuas, mayas, etc., donde, independientemente del nombre e imagen que asuma la Pacha o madre tierra, comportan un sentido profundo de unidad de los seres humanos con ella, sin la pretendida distancia y superioridad que impuso una determinada “ciencia moderna”. La Naturaleza, pese a que no es sujeto de responsabilidades y deberes, y a no estar habilitada para representarse a sí misma, puede tener derechos y no hay nada que impida que demos ese paso. Recuerda Eduardo Galeano: si el ordenamiento jurídico ha construido la ficción de que una empresa tenga derechos, ¿cómo no los va a tener la Naturaleza?
28/11/11
Un debate que circula por el mundo después de haber sido puesto en la agenda política por las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador arribó a los espacios públicos de nuestro país: los Derechos de la Naturaleza. Este debate tuvo lugar hace poco en un seminario en la Ciudad de Buenos Aires y no sólo abordó la temática del status legal de la naturaleza, sino cuestiones que integran también este nuevo pensamiento social que incluye la crítica al modelo “extractivista” de recursos naturales, las posibilidades de limitarlo o salir de él en un escenario donde la geopolítica internacional puso la mira en estos territorios; el respeto por las “políticas de vida” de comunidades indígenas, campesinas y también de poblaciones con arraigo en los territorios; o aquellos conceptos que hacen al respeto de la heterogeneidad cultural; la decolonialidad del saber, que significa desactivar la idea de que existe un único conocimiento al que se tienen que subordinar las múltiples formas de saber de los distintos sectores sociales y culturales.
Este espacio de discusión contó con la valiosa presencia de Eugenio Zaffaroni, quien nos recordó que veinte siglos para declarar “personas” al conjunto de los seres humanos, después de racismos y genocidios múltiples, ayudan a comprender las resistencias actuales para declarar que, además de nosotros, hay otros que tienen derechos. La historia de la problemática en Occidente depara escepticismo aun cuando muchos de los principios de la ecología y de la ecología profunda provienen de allí; no obstante, Zaffaroni pudo partir de la hipótesis Gaia para llegar a los debates actuales de América latina, herederos de pensamientos aymaras, quechuas, mayas, etc., donde, independientemente del nombre e imagen que asuma la Pacha o madre tierra, comportan un sentido profundo de unidad de los seres humanos con ella, sin la pretendida distancia y superioridad que impuso una determinada “ciencia moderna”. La Naturaleza, pese a que no es sujeto de responsabilidades y deberes, y a no estar habilitada para representarse a sí misma, puede tener derechos y no hay nada que impida que demos ese paso. Recuerda Eduardo Galeano: si el ordenamiento jurídico ha construido la ficción de que una empresa tenga derechos, ¿cómo no los va a tener la Naturaleza?
Desmercantilizar la naturaleza
Por Enrique Viale
23/09/12
Producto de luchas ciudadanas, la jurisprudencia y legislaciones locales utilizan el artículo 2369 del Código Civil actual como una norma que garantiza el acceso público a cursos de agua y que presta beneficios al mantenimiento de la biodiversidad. Es decir, este camino público cumple una misión clave para preservar ecosistemas costeros y garantizar la libre circulación y el acceso a bienes públicos como ríos y lagos.
En el nuevo proyecto sólo los dueños de terrenos colindantes podrán acceder y gozar de las costas. Porque no sólo se reduce de 35 a 15 metros esta restricción al dominio, sino que se suprime el carácter de “camino público” de la franja de tierra, lo que anularía la posibilidad de acceder.
El proceso de reforma del Código Civil debería estar impregnado por el derecho ambiental. No sólo en mayores restricciones al dominio, atento la función ambiental de la propiedad, sino con normas que lleven a la desmercantilización de la naturaleza.
Frente a la marcada tendencia de “privatizar” la naturaleza hasta lugares impensados, está tomando cada vez más fuerza la transición del concepto de “recursos naturales” al de “bienes comunes”. Si los bienes son considerados comunes no sólo se garantizará su real y pleno goce colectivo sino que ni los particulares ni los Estados tendrán jurisdicción plena sobre ellos.
OPINIÓN
Cuestión ambiental: punto ciego del Gobierno
POR MARISTELLA SVAMPA Y ENRIQUE VIALE
Cuestión ambiental: punto ciego del Gobierno
Famatina y los nuevos espejitos de colores
Por Enrique Viale | 22/01/2012
La pueblada de Famatina está marcando un hito histórico en la defensa de los territorios en nuestro país y un punto de inflexión en el saqueo económico, devastación ambiental y degradación social, cultural e institucional que significa la figura extrema del extractivismo: la megaminería.
Se diferencia respecto de la minería tradicional fundamentalmente en su escala y en su modalidad de explotación, lo que la hace inherentemente contaminante, insostenible e imposible de controlar. Para extraer los minerales diseminados en grandes extensiones de territorio, esta actividad se realiza a cielo abierto con el uso de colosales cantidades de energía, explosivos, agua y sustancias extremadamente tóxicas para separar la roca del mineral. En nuestro libro 15 mitos y realidades de la minería transnacional, presentamos distintos datos, aportados por las propias empresas, que nos sirven para comprender su real magnitud. Así, por ejemplo, el emprendimiento minero Pascua Lama (San Juan) removerá rocas por 1.806 millones de toneladas en todo su proceso extractivo; La Alumbrera (Catamarca) tiene autorizado emplear más de 86 millones de litros de agua por día, mucho más que el consumo total de la provincia. En materia de explosivos, también los datos son espeluznantes: sólo en Pascua Lama se arrojará durante el proceso extractivo la friolera de 493.500 toneladas, casi la mitad de los lanzados en la Segunda Guerra Mundial. Por estos motivos es que la gran minería se apropia de los territorios donde se desarrolla compitiendo –desproporcionamente– por los recursos con las actividades previamente establecidas. Así, las producciones agropecuarias de las zonas cordilleranas y precordilleranas son incompatibles con esta actividad.
Las Obras del Metrobus y la Inundación de la Av. 9 de Julio
En diálogo con Mañana Sylvestre, el Dr. Enrique Viale, presidente de la Asociación Argentina de la Abogados Ambientalistas, culpó a las obras del Metrobús por la reciente subida de aguas sobre la tradicional avenida céntrica y explicó que al reemplazar plazoletas por asfalto “se ha impermeabilizado un suelo que antes era una superficie absorbente”. “En Curitiba, están sacando el Metrobús, y poniendo subterráneo, y nosotros hacemos al revés, donde hay subte ponemos Metrobús”, cuestionó.
“Hay una situación de hecho que ha cambiado. Las obras del Metrobus han quitado, han eliminado las plazoletas centrales, sobre todo las que estaban en los dos extremos, tanto en el Sur por San Juan, como en el extremo norte a la altura de Arroyo. Habían extensas plazoletas que ya no existen más y se ha impermeabilizado un suelo que era una superficie absorbente, una especie de esponja que retardaba”, explicó el Dr. Enrique Viale, titular de la Asociación Argentina de la Abogados Ambientalistas, acerca de lo que fue la primera inundación de la avenida 9 de Julio desde su emplazamiento.
“Hemos llevado un problema a un lugar que no existía. Son consecuencias que nosotros hemos ido avisando, que había una cuestión paisajística pero también una cuestión ambiental que tenía que ver con esto. Las estaciones de subte de la Línea C y no casualmente, tuvieron agua como nunca, y eso lo dicen los propios metrodelegados. Es una situación muy compleja por una obra irracional”, cuestionó el abogado especialista en temas ambientales.
Sobre la polémica decisión del Gobierno porteño de complementar el subte superponiéndole un transporte terrestre, cuando se podía haber potenciado las frecuencias del mismo subterráneo, Viale indicó que “en todos lados es al revés. En Curitiba que es donde se inventó este tema del Metrobús en la década del 60, están sacando el Metrobús, y poniendo subterráneo, y nosotros hacemos al revés, donde hay subte ponemos Metrobús”.
Además, en Radio del Plata, cuestionó el alto presupuesto que tuvieron estas obras: “Esto tendrá un costo de casi $200 millones, nosotros decimos que es una especie de Yacyretá, porque cada vez hay más costos. Va a tener 5 estaciones, con 14 paradores, que fueron licitadas a principio de año, y fueron adjudicadas en $114 millones, y si uno divide cada parador va a costar $8 millones”.
“Se podría haber ahorrado ese dinero, y hacerlo por las calles laterales, o en la línea del subte invertir más y que pase cada 30 segundos”, agregó.
Las consecuencias de la eliminación de adoquines
“El adoquín tenía un efecto que era el de retardar la lluvia porque tiene una capa de absorción que no tiene el asfalto. Son todas medidas que en nombre de la modernidad están sacrificando a barrios enteros”, dijo Viale sobre el reemplazo de adoquines en barrios porteños y el asfaltado de calles..
“Después viene la teoría del caño más grande que al final termina haciéndolo el primo de Mauricio que es (Ángel) Calcaterra. Parece un círculo vicioso porque en unos años nos van a proponer un caño para la 9 de Julio para sacar el agua. Estamos ante una situación de especulación inmobiliaria que se avanza sobre espacios verdes, el barrio de Saavedra es uno de ellos”, añadió.
La sobreedificación, y los espacios verdes
El ambientalista destacó que lo que ocurrió tiempo atrás con el Parque Sarmiento donde “hicimos el amparo que paró la construcción de una comisaría sobre el parque que iba a impermeabilizar decenas de miles de metros cuadrados, una situación que tiene consecuencias concretas”.
En este sentido, agregó que “en Palermo donde se había pensado un lago regulador en Puente Pacífico se está construyendo un shopping. Mientras que en Caballito donde iba a hacerse el Corredor Verde del Oeste y fue entregado por un acuerdo entre macrismo y kirchnerismo para la especulación inmobiliaria”.
“En los últimos años se construyeron 20 millones de metros cuadrados en la Ciudad. En el mismo periodo se pudo haber solucionado el déficit habitacional, pero no porque creció 50% la población en villas, de 110.000 habitantes a 180.000. El inmueble se está convirtiendo en un commoditie más en la Ciudad, porque acá no hay oro ni petróleo sino que hay tierras e inmuebles. El 25% de los departamentos están vacíos y en Puerto Madero eso sube a 50%, un boom inmobiliario que hubo en estos 10 años de construcción indiscriminada y los únicos que resistimos fuimos los vecinos”, cuestionó.
Audio completo de la entrevista
Miércoles 29 de mayo de 2013
El principio precautorio al revés
Por Norma Giarracca y Enrique Viale - 15/11/2010
Cuando el Congreso aprobó la Ley de Presupuestos Mínimos de los Glaciares y del Ambiente Periglaciar estábamos convencidos de que, con voluntad política y ciudadana, con esfuerzo y trabajo, los argentinos podíamos expandir nuevos derechos, como son los civiles, los de la información o los nuevos derechos que atañen a la naturaleza –los “derechos de la naturaleza”, como dice la avanzada Constitución de Ecuador–. Sentíamos que habíamos “honrado la democracia” entre todos, en forma transversal, y que era el modo de avanzar. No obstante, desde algunas bancas se había advertido casi en tono de amenaza que de salir el proyecto de mayores recaudos (Bonasso-Filmus) la ley no se podría aplicar porque “la llenarían de juicios”. También había lanzado esta advertencia premonitoria el secretario de Ambiente de la Nación junto, claro está, al gobernador sanjuanino José Luis Gioja.
La estrategia judicial del lobby minero y sus gobernadores acerca de la Ley de Glaciares está clara y lleva a suponer que fue consensuada entre el mandatario sanjuanino y la empresa Barrick Gold. Así dispusieron que, primariamente, ataquen judicialmente la ley nacional los gremios, las empresas mineras y las cámaras empresariales acudiendo a juzgados federales peticionando “urgentes” medidas cautelares dentro de acciones declarativas de inconstitucionalidad. Decidieron que la acción no la realice directamente San Juan, porque al demandar una provincia a la Nación debe hacerlo ante la Corte Suprema de Justicia (competencia originaria). En este supuesto, la Corte podría tener meses –y hasta años– la causa en estudio, sin resolver la petición de la medida cautelar. Del modo en que lo hicieron, en un Juzgado Federal de San Juan la consiguieron en apenas veinte horas. Es conocida por quienes seguimos los juicios emanados de reclamos por tierra, agua o minería, la connivencia de la Justicia local, aunque sean juzgados federales, con las corporaciones económicas que manejan presupuestos que a veces doblan el presupuesto provincial (véase “Cuando los ojos están demasiado vendados”, en Página/12, 02/11/10).
La estrategia judicial del lobby minero y sus gobernadores acerca de la Ley de Glaciares está clara y lleva a suponer que fue consensuada entre el mandatario sanjuanino y la empresa Barrick Gold. Así dispusieron que, primariamente, ataquen judicialmente la ley nacional los gremios, las empresas mineras y las cámaras empresariales acudiendo a juzgados federales peticionando “urgentes” medidas cautelares dentro de acciones declarativas de inconstitucionalidad. Decidieron que la acción no la realice directamente San Juan, porque al demandar una provincia a la Nación debe hacerlo ante la Corte Suprema de Justicia (competencia originaria). En este supuesto, la Corte podría tener meses –y hasta años– la causa en estudio, sin resolver la petición de la medida cautelar. Del modo en que lo hicieron, en un Juzgado Federal de San Juan la consiguieron en apenas veinte horas. Es conocida por quienes seguimos los juicios emanados de reclamos por tierra, agua o minería, la connivencia de la Justicia local, aunque sean juzgados federales, con las corporaciones económicas que manejan presupuestos que a veces doblan el presupuesto provincial (véase “Cuando los ojos están demasiado vendados”, en Página/12, 02/11/10).
Continua en:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-156905-2010-11-15.html
Opinión
Debate
Para detener la amenaza sobre nuestro ecosistema
La Ley de Protección de Glaciares, aprobada en general por la Cámara de Diputados, es un paso importante para el resguardo de nuestros recursos hídricos y la defensa del ecosistema de nuestra cordillera, hoy amenazado por el avance de la megaminería metalífera .
Esta ley conoció el veto presidencial en 2008, y debió enfrentar la ofensiva oficialista, de la mano del proyecto del senador Daniel Filmus, más permisivo, tal como pretendía el lobby minero.
Semanas atrás, la norma fue aprobada en general y en particular (sólo hasta el artículo 5°) con un articulado que amplía el carácter protector de la norma vetada. La ausencia del bloque oficialista y la irresponsabilidad de una parte de la oposición, en la sesión del miércoles pasado, no permitió aún que dicha ley obtenga media sanción.
La sanción de esta ley, inspirada en los principios básicos del derecho ambiental, ilustra el avance de las luchas socioambientales de las Asambleas Ciudadanas , así como una saludable apertura de la agenda parlamentaria , gracias al accionar de legisladores conscientes del carácter depredador de este tipo de actividades extractivas.
En toda América latina asistimos a luchas en contra de la megaminería transnacional, en protección del agua como el mayor bien común , protagonizadas por centenares de ciudadanos y comunidades, violentadas en sus derechos y afectadas por este tipo de actividad que consume hasta 100 millones de litros de agua por día (como Bajo La Alumbrera, en Catamarca).
Asimismo, los daños ambientales producidos por este tipo de minería están suficientemente probados ; tan es así que el Parlamento Europeo, en su Resolución del 5 de mayo de 2010, recomendó la prohibición general del uso de las tecnologías mineras a base de cianuro en la Unión Europa.
La Ley de Protección de Glaciares, aprobada en general por la Cámara de Diputados, es un paso importante para el resguardo de nuestros recursos hídricos y la defensa del ecosistema de nuestra cordillera, hoy amenazado por el avance de la megaminería metalífera .
Esta ley conoció el veto presidencial en 2008, y debió enfrentar la ofensiva oficialista, de la mano del proyecto del senador Daniel Filmus, más permisivo, tal como pretendía el lobby minero.
Semanas atrás, la norma fue aprobada en general y en particular (sólo hasta el artículo 5°) con un articulado que amplía el carácter protector de la norma vetada. La ausencia del bloque oficialista y la irresponsabilidad de una parte de la oposición, en la sesión del miércoles pasado, no permitió aún que dicha ley obtenga media sanción.
La sanción de esta ley, inspirada en los principios básicos del derecho ambiental, ilustra el avance de las luchas socioambientales de las Asambleas Ciudadanas , así como una saludable apertura de la agenda parlamentaria , gracias al accionar de legisladores conscientes del carácter depredador de este tipo de actividades extractivas.
En toda América latina asistimos a luchas en contra de la megaminería transnacional, en protección del agua como el mayor bien común , protagonizadas por centenares de ciudadanos y comunidades, violentadas en sus derechos y afectadas por este tipo de actividad que consume hasta 100 millones de litros de agua por día (como Bajo La Alumbrera, en Catamarca).
Asimismo, los daños ambientales producidos por este tipo de minería están suficientemente probados ; tan es así que el Parlamento Europeo, en su Resolución del 5 de mayo de 2010, recomendó la prohibición general del uso de las tecnologías mineras a base de cianuro en la Unión Europa.
La Corte dio una gran señal sobre glaciares
POR MARISTELLA SVAMPA* Y ENRIQUE VIALE**
*Socióloga, investigadora del Conicet. **Abogado ambientalista.
Ambos son miembros de Plataforma 2012.
Ambos son miembros de Plataforma 2012.
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