El abogado argentino Enrique Viale explicó por qué es necesario que la naturaleza sea sujeto de derecho
No hace tanto tiempo que votan las mujeres, expresó el abogado argentino Enrique Viale, para mostrar que lo que no hace mucho se veía como una locura hoy es posible y que no es descabellado hablar de los derechos de la naturaleza. Viale vino a Uruguay para participar en las XV Jornadas de la Red Temática de Medio Ambiente de la Universidad de la República. Allí expuso sobre el concepto de “maldesarrollo”, dio ejemplos concretos de “vaciamientos de territorios” en su país y brindó detalles sobre la lucha dispar de las comunidades y las empresas en materia de derechos.
Viale es abogado especializado en derecho ambiental, presidente de la Asociación de Abogados Ambientalistas, y actualmente es candidato a diputado por el Movimiento Proyecto Sur, grupo político que lidera Fernando Pino Solanas. La conferencia que dio el miércoles 13 se tituló “Derechos humanos, ambientales y de la naturaleza”. Antes de llegar a hablar sobre los derechos de la naturaleza, se explayó sobre conceptos que trabajó junto con la socióloga argentina Maristella Svampa en el libro Maldesarrollo, publicado en 2014. Explicó que el concepto de desarrollo –en el sentido específico que hoy se entiende– comenzó a emplearse en 1949, cuando el presidente norteamericano Harry Truman definió a la mayoría de los países del mundo como subdesarrollados y colocó al desarrollo “como meta a alcanzar para ese resto enorme del mundo”. Hacia eso se reorientaron las economías, los préstamos de bancos internacionales y la ambición por un estilo de vida a la que si todos accediéramos no alcanzaría el planeta, señaló.
“La economía del desarrollo no es otra cosa que una construcción intelectual destinada a justificar y promover la expansión de un modelo y unos valores –los occidentales– como necesarios para superar el supuesto atraso de sociedades caracterizadas por otras referencias culturales, otra forma de organización social y otra forma de relación con la naturaleza”, explicó. Añadió que “todos corremos atrás del desarrollo” y que en su nombre se acepta, incluso, “la devastación ambiental y social”. “Más que un desarrollo, el mundo vive un maldesarrollo, que incluye a países considerados desarrollados y a los considerados subdesarrollados”, planteó.
Ejemplos no le faltaron: habló de los 23 millones de hectáreas de soja transgénica que se han plantado en Argentina, de los proyectos de megaminería en la Cordillera de los Andes, de la tala de ocho millones de hectáreas de monte nativo en los últimos 25 años, de la extracción de hidrocarburos no convencionales mediante la técnica de fracking en la Patagonia y “de un extractivismo que tiene que ver con la especulación inmobiliaria, al que le damos el nombre de extractivismo urbano”, que se da en la ciudad de Buenos Aires, en el gran Buenos Aires, y hasta en la Patagonia.
Viale relacionó esa situación con la desaparición de Santiago Maldonado –el joven argentino que se busca desde el 1º de agosto, cuando participaba en una movilización mapuche en Chubut– porque los mapuches, en Chubut y en toda la Patagonia, están reclamando los territorios que les fueron expropiados hace más de un siglo. “Santiago Maldonado es un desaparecido por la tierra”, disparó. Luego, el abogado consideró que hay una “profundización de la campaña antiindígena”, que busca generar un “consenso monocultural, de que otras culturas son atrasadas, primitivas, y de que hay que llevar a esos lugares el desarrollo”. Apuntó que en esa campaña racista juegan un papel preponderante los medios de comunicación, el gobierno nacional argentino y muchos gobiernos provinciales.
Viale transmitió el concepto de “áreas de sacrificio”, en las que empresas y gobiernos se expanden y buscan vaciar territorios para instalar sus proyectos extractivos.
El abogado también dijo que el yacimiento de hidrocarburos no convencional de la formación Vaca Muerta –donde residen mapuches– es considerado la posibilidad de que Argentina se convierta en “la nueva Arabia Saudita”, y que tanto los gobiernos conservadores como progresistas lo consideran “una bendición”, porque promete desarrollo.
“En nombre de la economía del progreso, las comunidades asentadas son invisibilizadas. Se desvaloriza cualquier otro tipo de economía, de cultura y de relacionamiento, entre nosotros o con la naturaleza”, sostuvo.
Volver al futuro
El abogado planteó que fue en la Modernidad que el hombre se desconectó de la naturaleza y comenzó a concebirla como un objeto de conocimiento y dominación. “Los seres humanos se colocaron al margen de la naturaleza y, desde esa posición, asumimos el papel de conquistadores y dominadores de ella”, dijo. Añadió que “los derechos de la propiedad privada” completaron el proceso. “El derecho moderno consagró a la naturaleza, a sus elementos, como una cosa susceptible de ser objeto de propiedad, entendido este como absoluto e ilimitado”, transmitió.
Viale explicó que el derecho moderno regula y propone resarcir el daño. El derecho ambiental, en cambio, busca evitarlo. “El movimiento internacional de derechos ambientales empezó a direccionar al derecho hacia un modelo en el que la prohibición del daño ambiental empiece a tener algún protagonismo a la hora de actuar antes, en virtud de que no hay valor económico que pueda indemnizar un río, un glaciar; no todo tiene precio”, comparó. Explicó que los postulados del derecho ambiental “chocan de frente con la lógica del derecho tradicional”, porque el principio preventivo (que busca impedir una actividad que sabe que provoca un daño) y el principio precautorio (que busca evitar una acción por desconocer las consecuencias que puede provocar) transforman la lógica del ordenamiento jurídico. Principalmente el principio precautorio, ya que “invierte la carga de la prueba”: se tiene que demostrar que la acción no provocará daño, detalló. Trastoca el derecho de propiedad, porque nadie puede hacer lo que quiera en su propiedad, como, por ejemplo, talar un monte nativo.
Viale dijo que Argentina tiene una “legislación de avanzada”, pero no logra aplicarla. Sostuvo que los jueces evitan las demandas candentes y que se pierde hasta un año en definir qué juzgado tiene competencia. En cuanto al trabajo de los abogados, dijo que las demandas son muy largas porque deben explicarse todos los conceptos y que es imprescindible el trabajo interdisciplinario. Argentina todavía no ha definido los delitos ecológicos –Uruguay tampoco– y las demandas se abordan por daño ambiental, lesiones a la salud o incumplimiento de la legislación.
“Estamos promoviendo un giro de la visión antropocéntrica a una para la cual la naturaleza sea el foco de atención y sujeto de derecho”, sostuvo. En contrapartida, denunció que las empresas tienen derechos “casi humanos” y nadie se asombra de eso. Promovió la desmercantilización de la naturaleza y una relación armónica con ella. Aclaró que eso no implica que la naturaleza sea intocada ni dejar de cultivar, pescar o criar ganado, sino “mantener los sistemas de vida”, los ecosistemas y las colectividades.
En el plano del derecho, ya no alcanzaría con pagar por el daño ambiental, sino que sería necesario pedir la recomposición del ambiente que se dañó. El eje debería ser otro e incluir una “desaceleración del patrón del consumo actual”, explicó. Las recompensas que se prometen son varias. Viale ejemplificó con el “índice de felicidad” que viene implementando Bután, que resolvió medir el progreso con ese parámetro, muy ligado a la naturaleza, en lugar de utilizar el Producto Interno Bruto.