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Entrevista al abogado ambientalista que es referente argentino en la materia

Enrique Viale: "Lo que hacen unos pocos lo pagamos todos"

En los tribunales enfrentó a Barrick Gold, a Monsanto, al grupo IRSA. Acompaña las luchas contra la megaminería, el agronegocio, el fracking y por la defensa de bosques nativos. Su obsesión: hermanar la justicia social con la ambiental.
Imagen: Bernardino Avila

Enrique Viale es un abogado poderosamente influido por dos mujeres: las sociólogas Maristella Svampa y Norma Giarracca. "Me descolonizaron la cabeza. De no ser por ellas hubiera sido un abogado cuadrado", expresa a Página/12. En el último tramo de su carrera empezó a tener una inclinación hacia lo social y después, más específicamente, hacia la dimensión "socioambiental". Así devino abogado ambientalista, referente en la materia en la Argentina.

En los tribunales enfrentó a Barrick Gold, Monsanto, el grupo IRSA. Recorre el país acompañando luchas contra la megaminería, el agronegocio, el fracking y por la defensa de bosques nativos. Tiene una "obsesión": que, de una vez por todas, la justicia social se hermane a la ambiental. "Los mapas de la pobreza coinciden con los de la degradación ambiental", postula. 

Acaba de publicar junto a Svampa el libro El colapso ecológico ya llegó. Una brújula para salir del (mal) desarrollo (Siglo XXI)que en tiempos de pandemia y de incendios en varias provincias del país se vuelve más que oportuno. El colapso abarca cambio climático, extractivismo urbano, agroquímicos, la necesidad de una transición energética y de un nuevo pacto "ecológico, social, económico, intercultural", algunos de los temas sobre los que Viale se explaya en esta entrevista.

--¿Vivíamos en una ficción tranquilizadora que nos convencía de que el colapso ecológico llegaría más tarde? 

--En la sociedad hay una negación permanente de lo que significa el colapso. Y hay una cuestión de época, una creencia de que la tecnocracia nos va a salvar, de que va a haber una solución tecnológica para todo. Pero no es así. La naturaleza tiene otros tiempos, otras formas, y si no cambia el mundo, la situación se va a ir agravando. Los mapas de la pobreza coinciden con los de la degradación ambiental. Tenemos a más de la mitad de los pibes en la pobreza. Mucho tiene que ver el colapso ecológico en eso. La pandemia hizo que se profundizara. Mi obsesión es que el modelo productivo pueda encontrar a la justicia social con la ecológica.

--¿Cuáles son los factores centrales del colapso?

--Estamos viviendo un colapso sistémico, encerrados en nuestras casas hace meses, en todo el planeta, por un virus zoonótico, que saltó de animales a humanos como consecuencia de la degradación ambiental, de la destrucción de hábitats silvestres de gran parte de la fauna. Se invisibilizan las causas de la pandemia. Estamos hablando siempre sobre cómo enfrentarla, pero poco hablamos de eso. Sería fundamental. Además, el año pasado vivimos los dantescos incendios en el pulmón del planeta, la Amazonia, y los sufrimos en nuestro país. También las causas se invisibilizan: tienen que ver con los modelos productivos. El agronegocio del Delta del Paraná es responsable, y en Córdoba el extractivismo urbano, el avance de la especulación inmobiliaria, que es la misma matriz. La naturaleza está explotada como nunca antes. Están en riesgo hasta sus funciones vitales. El cambio climático global... hay muchas cosas irreversibles. El contexto nos tiene que hacer reflexionar. 

--¿Cuál será el impacto de los incendios?

--La destrucción de cientos de miles de hectáreas de bosques y de humedales que tienen una función ecosistémica incluso en la regulación climática. Son alteraciones que sumadas al cambio climático global hacen un desaguisado que provoca eventos climáticos extremos, como inundaciones y sequías más acentuadasLo que hacen unos pocos lo pagamos todos con nuestros territorios y cuerpos.

--¿Cree que todos estos temas se están haciendo más visibles ahora?

--Con Maristella rápidamente salimos a plantear la necesidad de firmar un nuevo pacto ecológico, social, económico, intercultural, entre nosotros y con la naturaleza, buscando las oportunidades que se abren a partir de estas crisis. Como consecuencia de lo acelerado del proceso de degradación, cada vez más personas están interesadas en la cuestión socioambiental y la consideran central. Tengo curiosidad de qué hubiera pasado si la pandema no existía, cuánta gente hubiera estado en la calle en contra del acuerdo porcino con China o los incendios. Hay un paralelismo con el movimiento de mujeres, que un día hizo un clic y se masificó. Hay un empoderamiento muy grande de los y las jóvenes. Hace apenas diez meses ocurrió el "Mendozazo" (el triunfo del pueblo mendocino contra la megaminería contaminante).

--Esa fue una movilización exitosa. ¿Hay espacio para que otros debates socioambientales deriven en acciones concretas?

--Es complejo, hay que vencer el concepto de las "commodities", esa creencia de que América latina es exportadora de naturaleza como si fuese su destino y no una decisión geopolítica. ¿Quién puede discutir en Argentina Vaca Muerta? ¿Quién puede discutir el modelo sojero, de agronegocios? Parecieran intocables. Esto está basado en la visión "eldoradista" que tenemos en América latina.

--¿Qué es la visión "eldoradista"?

--La ilusión desarrolista mágica, de un descubrimiento repentino; vinculada a la historia de Eldorado, esa ciudad que en realidad no existía y que mantuvo en vilo a los conquistadores que venían detrás de esa riqueza. Está en el imaginario del latinoamericano. "Vaca Muerta nos va a salvar." Si no es Vaca Muerta es el convenio con China. Confrontar con eso no es fácil: es pelear el sentido común. El agronegocio lo ganó: le hicieron creer a la sociedad que la única agricultura posible es el paquete tecnológico de transgénicos, con agroquímicos, a pesar de que está autorizado en nuestro país hace 24 años nada más, y la agricultura tiene 10 mil años. Generar alimentos con veneno debería ser un escándalo y no pasa nada. Pero (a los ambientalistas) ya no nos invisibilizan ni ridiculizan más. Estamos disputando el sentido común, en un momento de crisis como ahora.

--En el libro, enlazada a la idea "eldoradista" está la del "progresismo selectivo". ¿La lucha socioambiental está por fuera del sistema de partidos políticos?

--"Progresismo selectivo" es un concepto de Darío Aranda: hay gobiernos que tienen una política impresionante de derechos humanos, de vanguardia, incluso a nivel mundial. Que luchan norte-sur, contra el imperalismo, pero en términos de extractivismo la situación es totalmente distinta. Se pacta con Barrick Gold en San Juan, con Monsanto para que instale una planta o con las grandes corporaciones que el progresismo ha siempre cuestionado. La vanguardia en esta disputa de sentidos no está viniendo de los partidos. Miran de atrás, por eso no es casual que el otro día por primera vez Cristina Kirchner tuiteara por un cuestión ambiental, por el Acuerdo de Escazú, o que Máximo Kirchner haya hablado de la juventud. Los partidos están viendo que hay una masa muy grande de jóvenes que ponen su rebeldía en la lucha climática y etcétera. Antes quizás la ponían en partidos. Están los peligros de la posibilidad de cooptación. Hay que encontrar límites para eso. Pero es importante influir en los partidos y la política, para cambiar políticas públicas y modelos de mal desarrollo.

--¿En el sentido común persiste una dicotomía entre la dimensión ecológica y la social, o entre ambiente y desarrollo?

--En Argentina no hay ningún enfrentamiento entre ambiente y desarrollo. No es que la mitad de los pibes son pobres porque hay regulaciones ambientales fuertes. Por el contrario, hay libertad absoluta. El agronegocio hace lo que quiere, como el fracking en la Patagonia o la megaminería en la Cordillera. Nuestra riqueza, de alguna manera, genera nuestra propia pobreza. Para salir de eso, el plan que nos proponen es más de lo que nos trajo hasta aquí: más megaminería, fracking, agronegocios. ¿No será el momento de repensar los modelos productivos? ¿No es la historia de América latina y Africa una historia de saqueo y contaminación? Una cosa no va sin la otra. Estos modelos de desarrollo generan desigualdad social y territorios devastados. El modelo de agronegocios en la Argentina expulsó a cientos de miles de personas del campo a la ciudad. Este es uno de los países más urbanizados del mundo: 93 por ciento de los argentinos vive en ciudades; el promedio mundial es 54 por ciento. En América latina, 84. 

--Desde la vereda opuesta se suele argumentar que la Argentina depende de los dólares que se obtienen de las actividades que cuestionás, más en el marco de una crisis...

--Es la disputa que necesitamos dar. Pareciera que la crisis genera la excusa para cualquier cosa: "Está bien lo ambiental, dejame verlo, pero ahora no es momento." Hay que salir de todo esto de manera transicional, pero no podemos profundizar lo que nos trajo hasta acá.

--¿Cómo se imagina a la Argentina sobreviviendo y funcionando económicamente por fuera de las ilusiones "eldoradistas"? 

--El planteo de un nuevo acuerdo social lejos está de ser verde solamente. Empieza con el ingreso universal ciudadano. El segundo punto es una reforma tributaria, con el impuesto a las grandes fortunas y la recuperación del impuesto a la herencia que sacó Martínez de Hoz con Videla. A la vez, una transformación socioecológica radical. Empezar el camino sin pausa. La trasformación del sistema energético puede traer muchos puestos de trabajo: necesitamos una YPF del siglo XXI, con la impronta que tenía YPF a comienzos del siglo XX, que desarrolló ciudades, cuando los combustibles fósiles no eran una amenaza para el planeta, que generó desarrollo real en la Patagonia y el norte argentino. En la Patagonia tenemos los mejores vientos del mundo para generar energía eólica; en el norte argentino, el mejor sol para energía solar. Con un Estado atrás y esa impronta se pondrían fundar pueblos. Hay que empezar la reconversión de los trabajadores petroleros y de las ciudades. Con Maristella plantemos la vuelta al campo. Hay que repoblar la Argentina, generar condiciones de arraigo en las pequeñas y medianas localidades rurales y semirurales. Tenemos que empezar un camino hacia la agroecología, una agricultura con agricultores, que genere alimentos y no solamente forraje para exportación. En Tapalqué, a más de 200 kilómetros de la Ciudad, el intendente hizo un acuerdo con la Unión de Trabajadores de la Tierra para generar colonias para producir alimentos. Tapalqué, en plena pampa húmeda, donde el alimento crece solo, le estaba comprando al Mercado Central. Eso tenemos que empezar a hacer. Generar, además, buenas condiciones de ocio, recreación, una mejor educación, para que la gente no tenga que migrar a las grandes ciudades, que son insustentables. Todo este proceso generaría trabajo y garantizaría alimentos sanos, seguros, baratos. Tenemos que hacer la transición. No queda otra, por el cambio climático. 

--¿Horacio Rodríguez Larreta sería uno de los exponentes del extractivismo urbano?

--Los últimos 15 años de la Ciudad son el paradigma. Se entregaron más de 500 hectáreas de tierras públicas a la especulación inmobiliaria. Es una ciudad planificada en base a la especulación. En las ciudades no hay minerales, no hay oro; lo que hay es tierra pública. Las grandes corporaciones inmobiliarias tienen la misma lógica que Barrick Gold. El grupo IRSA es a las ciudades lo que Monsanto es al campo o lo que Barrick Gold es a la Cordillera. En la ciudad de Buenos Aires en los últimos 15 años se construyeron más de 20 millones de metros cuadrados de inmuebles. En el mismo período, creció el 50 por ciento de la población que vive en las villas. No creció la cantidad de habitantes: se mantuvo en 3 millones. ¿Para quién se construye y para qué? El inmueble pasó de ser un bien de uso a un bien de cambio. No es una commodity, pero tiene todas las características. 

--El Presidente presentó un plan ambiental, existe un proyecto para proteger a los ecosistemas de los incendios, se debate la Ley de Humedales. ¿Cómo evalúa estas iniciativas?

--Es bastante contradictorio. El mismo día en que Máximo (Kirchner) presenta el proyecto de incendios, el Gobierno le baja las retenciones al agronegocio, el causante de los incendios. Está bien tener una ley de educación ambiental, pero necesitamos más que eso. Pensar en los modelos productivos y no está pasando. Se acaba de aprobar el primer trigo transgénico del planeta. No hay país del mundo que haya aprobado trigo, pan transgénico. Es un déjà vu de lo que fueron los noventa con la soja. Seguimos siendo un lugar de experimento masivo. No hay lugar en el mundo que tenga ocupado su territorio, porcentualmente, con soja transgénica como Argentina, o que aplique tantos agroquímicos en su territorio por persona. 

--"La Argentina ostenta el triste récord de ser el mayor aplicador de glifosato por persona del mundo (más de 350 millones de litros por año)", precisa el libro. ¿Cuánto sabemos del daño que nos hizo? Se suele subrayar la falta de estadísticas oficiales al respecto.

--No las hay, ni siquiera de cuántos litros de agroquímicos se aplican en nuestro país. Tenemos siempre que buscarlas en forma indirecta. Hay cientos de estudios hechos por investigadores del Conicet y de todo el mundo, acerca de lo que los agroquímicos hacen en la salud humana y los ecosistemas, pero pareciera que no se puede hablar, que es un tema tabú, oculto. Todos tenemos glifosato en nuestros cuerpos. Yo me lo medí, lo tengo. Está en el aire, en la lluvia, en los ríos. En el lecho del río Paraná hay más que en un campo de soja. A los pueblos fumigados directamente se lo tiran en la cabeza. Está en nuestros alimentos, las frutas, las verduras.

--¿Hay conciencia en la Argentina sobre el cambio climático?
--No está instalado como en otros países, donde es un tema central. En el primer debate de presidentes norteamericanos fue uno de los grandes temas. En Europa es central. En Argentina no, por varias razones. Se instaló la idea del cambio climático casi como una excusa. Pasaba con Macri. Había una inundación o una sequía, y la excusa era el cambio climático. Es como una toma de judo: algo que generaron ellos mismos lo terminan usando como excusa. Dicen que "los responsables somos todos" y de esa manera absuelven a los verdaderos responsables. A nivel mundial 100 empresas son responsables del 70 por ciento de los gases de efecto invernadero. Estados Unidos, que tiene al 4 por ciento de la población mundial, emite el veintipico por ciento de los gases de efecto invernadero. La deuda norte-sur. Hay un ambientalismo popular y uno superficial que el sistema trata de imponer. Para este último, si te lavás los dientes y cerrás el grifo, o separás la basura, es suficiente. Sólo con un cambio individual sería posible el cambio. La verdad que no es posible. Si no se confronta con los modelos de desarrollo, el cambio climático continuará de la misma manera o peor.


https://www.pagina12.com.ar/300117-enrique-viale-lo-que-hacen-unos-pocos-lo-pagamos-todos


Entrevista

 DEBATES OPINIÓN

Pandemia y ambiente: “Hay que replantear el modelo social y productivo”

La pandemia mostró la estrecha relación entre salud, inequidad social y degradación ecológica. El abogado ambientalista Enrique Viale sostiene que no se puede volver a la “vieja normalidad” y se necesita un “nuevo pacto ecosocial” urgente.


POR LEONARDO HERREROS AGOSTO, 2020



Argentina vive una encrucijada civilizatoria de alcances todavía inciertos. La pandemia de coronavirus evidenció una enorme vulnerabilidad social de amplias franjas de la población y las enormes desigualdades en el acceso a los beneficios del desarrollo que existen en el país y en el mundo. Así por lo menos opina el abogado ambientalista Enrique Viale, quien junto a representantes de diversas organizaciones sociales y ambientalistas, sostiene que “debemos replantearnos cómo volvemos a la normalidad. Si regresamos a lo mismo que nos trajo hasta acá, el modelo de agronegocios basado en monocultivos, el extractivismo minero y la explotación de combustibles fósiles o vamos a reflexionar sobre eso y planteamos un nuevo modelo que sume justicia social y justicia ecológica. Se requiere una transición socioecológica radical que implica repensar nuestros modelos productivos, a nivel global, en Argentina y especialmente en regiones como la Patagonia”, señala.

La propuesta adquiere fuerza cuando, en medio del azote sanitario y social que implica la expansión de la enfermedad, en el país se reveló que se acelera la deforestación su sufren extensas zonas del país, la quema masiva de humedales y bosques genera problemas ambientales en 11 provincias e impulsa el debate de una ley que los proteja, un proyecto para instalar grandes factorías de cerdos en acuerdo con empresas chinas genera polémica y la caída de los precios del petróleo pone en crisis el sistema de producción hidrocarburífera no convencional en Vaca Muerta, entre otros temas.

Viale es presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas. Ha asesorado a la Comisión de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Senado y querellante en causas emblemáticas como la de daños y delitos ambientales contra la minera Barrick en San Juan, contra la firma agrícola Monsanto, el acuerdo entre YPF y Chevron en Neuquén o la causa en la Corte por el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo.

En el inicio de la pandemia, Viale y la socióloga Maristella Svampa escribieron un extenso artículo que ha servido de base para la discusión en diversos foros en el país y a nivel continental, que se nuclean hoy en la plataforma “Por un pacto social, ecológico, económico e intercultural para América Latina”, en varios países de la región y que ahora tomó forma de libro, "El colapso ecológico ya llegó" que será presentado el 1 de septiembre. En un diálogo con Debates, detalló y respondió críticas a esta iniciativa.

- Cuáles serían los ejes de esta propuesta?

-Sintéticamente, un ingreso ciudadano universal, que es que todo ser humano debe tener un ingreso para una vida digna sólo por existir. Segundo, una reforma tributaria progresiva que reconfigure la base actual del sistema fiscal . Tercero, la auditoria y suspensión de la deuda externa. El cuarto es un sistema nacional de cuidados que permita aliviar a las mujeres, que como evidencia la pandemia son las que llevan el peso de estos cuidados en nuestra sociedad, resignando carreras y vida personal. El quinto es una transición ecológica radical, una salida gradual pero sin pausa del modelo extractivista basado en combustibles fósiles. (ver aparte)

Vaca Muerta es un fantasma que nunca se atrapa, un futuro promisorio, un Eldorado que nunca llega y, mientras tanto, consume una cantidad enorme de subsidios estatales. Hoy más que petróleo se extraen subsidios.

 Enrique Viale, abogado ambientalista

P: La propuesta del ingreso universal ciudadano se ha objetado por las dificultades para su financiamiento, de dónde se obtienen los recursos, en países como el nuestro con tantas limitaciones fiscales ...

R: Por eso hablamos de una reforma tributaria, que aportaría ingresos, y de una auditoría de la deuda externa, para sabe cuánto se debe realmente . El ingreso ciudadano moviliza y dinamiza la economía vía consumo, generando un circulo virtuosos, sea a través de más ingresos por impuestos o por aumento del consumo. Estamos totalmente convencidos que es posible, con un sistema tributario progresivo. Son aspectos que ya están en plena discusión: cuánto debemos a los bonistas, al FMI y también se discute un impuesto a las grandes fortunas.

P: La objeción de economistas a este esquema es que Argentina necesita inversiones para su economía y bajo estos condiciones no vendrían por baja rentabilidad...

R: Esto forma parte de un sistema extorsivo que no es real. Siempre se dicen estas cosas y las inversiones tampoco llegan a pesar de que pongamos todas las condiciones. Los cuatro años de Macri son una muestra de eso: se endeudó, se arrodilló ante el capital internacional y las inversiones no llegaron. El capital sabe que donde hay una economía ordenada y activa puede hacer inversiones y obtendrán sus ganancias.

P: ¿Cómo quedan en este plan proyectos como Vaca Muerta, que son polos de desarrollo para provincias como Neuquén y generadores de empleos difíciles de sustituir?

R: Vaca Muerta es un fantasma que nunca se atrapa, un futuro promisorio, un Eldorado que nunca llega y mientras tanto consume una cantidad enorme de subsidios estatales. Esto se demuestra actualmente: el gobierno debe garantizar un precio mínimo para la rentabilidad de las empresas, que de manera extorsiva amenazan con despedir trabajadores. Es un círculo vicioso: hoy en Vaca Muerta más que extraer petróleo se extraen subsidios del Estado. Por la economía de la región y los trabajadores, es increíble que aún no se esté pensando cómo será la transición para salir de la dependencia de los combustibles fósiles, porque el futuro es sin estos combustibles. El planeta va para un lado y la región, en contra. Hay dos formas de hacer la transición: una ordenada, planificada y otra abrupta que la hace el mercado. Preferimos la primera.

P ¿Por qué les preocupa la proporción de población urbana en Argentina?.

R: Pensar una nueva ruralidad para el país es clave. Casi el 92% de nuestra población es urbana, mientras el promedio mundial es 54%. Para colmo casi el 32% estamos concentrados en el 0,4% del territorio nacional que es el AMBA, que con la pandemia se muestra que se hace cada vez más inviable e “invivible”. Hay que repoblar la argentina, favorecer condiciones de arraigo de las poblaciones locales mediana y pequeñas, con acceso a la tierra, a los servicios, al ocio y la recreación, a Internet, trabajo y empleo. Por eso proponemos cordones agroalimentarios que provean de alimentos seguros, sanos y baratos a sus poblaciones. Es necesario pensar mercados agroecológicos de pequeños productores, etc. Y para eso hay que cambiar el modelo centrado en el agronegocio, de monocultivos como la soja, que es una agricultura sin agricultores, que expulsa gente del campo a las ciudades.

P: Sin embargo, hoy se plantean alternativas que siguen la lógica de gran escala exportadora, como producir cerdos para China .

R: Pareciera que no aprendemos de los errores del pasado. En el marco de un pandemia, que nos tiene a todos encerrados hace meses, asustados por un virus zoonótico, que se transmitió de animales a personas, queremos replicar ese modelo de China en nuestro país. Es ilógico que no podamos tener la creatividad para pensar en otras salidas productivas. Como si implantar granjas de otro país en nuestro territorio fuera generadora de una gran mano de obra, no lo es. Ya se intentó algo parecido en Río Negro, con otra empresa de agronegocios china: Lo único que nos faltaba: llenar de soja la Patagonia.

P: ¿Cuáles serían los primeros pasos para una agenda de este tipo?.

R: Reconocer el problema y el contexto internacional. En otros países se está debatiendo cómo volver tras la pandemia. En nuestro país estamos siempre atendiendo emergencias y para solucionar las dificultades acudimos a las mismas herramientas: más megaminería, más agronegocios, más fracking. Lo primero es eso: repensar entre todos y generar lugares de reflexión para planificar esta transición a otro modelo. La urgencia constante nos hace repetir las fórmulas que nos trajeron hasta acá. Esta pandemia nos debe hacer reflexionar sobre nuestros modelos de vida.


Los cinco ejes de la propuesta para un cambio ecosocial


 Un Ingreso Universal Ciudadano. La idea básica es que todo ser humano por el sólo hecho de existir debería tener un ingreso mínimo para una vida digna. Se trata de una propuesta que se discute hace tiempo en Europa y que en nuestro país fue planteada hace años por el economista Rubén Lo Vuolo, que sirvió de base para que en 2009 se aprobara la ley de Asignación Universal por Hijo (AUH) aunque ésta es más restrictiva respecto del acceso y las condiciones para recibirla. En este caso, “está desvinculado del empleo asalariado, no exige contraprestación alguna, no refuerza la trampa de la pobreza (como sucede con los planes sociales focalizados) ni el clientelismo”, señalan en el escrito. Estiman que la crisis que deja pandemia exigirá un rol mayor del estado y nuevos modelos redistributivos “como admiten medios conservadores como el Financial Times u organismos como el FMI”.

 Una reforma tributaria progresiva. Busca reconfigurar la base actual de ingresos del Estado en todas las jurisdicciones incluyendo impuestos a las grandes fortunas, a la herencia, a la renta financiera, a los daños ambientales, que hoy tienen escasa o nula incidencia y promueve la baja o eliminación de “impuestos regresivos” como el IVA o Ganancias que afectan más a quienes tienen menos recursos.

• Auditoría y suspensión de pago de la deuda externa. Sostiene que el momento extraordinario admite suspender las grandes deudas de los estados, hogares y empresas que en los países emergentes llega al 168% del PBI. “Ningún país puede pagar colosales montos de divisas sin antes garantizar a sus habitantes una vida digna, mucho menos en un contexto de inédita recesión económica global y nacional”, señalan. Y recuerdan que organismos de la ONU proponen liberar recursos destinados al pago de duda para liberar recursos destinado a reactivar las economías y ayudar a los sectores vulnerables.

• Un sistema nacional de cuidados, cuya necesidad se puso de relieve en la pandemia, “que resaltó el enorme peso que tienen las mujeres, en especial las de menores recursos, en el cuidado de personas (hijos, adultos mayores personas con discapacidad), resignando carreras y vida personal”, señala Viale. Este sistema debiera establecer fortalecer un sistema de salud y atención a personas en situación de dependencia que no pueden atender sus necesidades básicas.

• Una transición ecológica radical que para Viale implica “una salida gradual pero sin pausa de modelo extractivista basado en combustibles fósiles”. Exige un cambio del sistema energético y avanzar “hacia una sociedad post-fósil basada en energías limpias y renovables”. Propone potenciar la Agroecología transformando el sistema agroalimentario argentino. Postula “la creación y fomento de cinturones verdes de agricultura ecológica en ciudades y pueblos” y “fomentar una cultura asociativa y comunitaria y una responsabilidad ciudadana en el consumo”, entre otros.

Link a la nota: https://www.rionegro.com.ar/pandemia-y-ambiente-hay-que-replantear-el-modelo-social-y-productivo-1480453/


Entrevista

OPINIÓN / AMBIENTALISMO POPULAR - MEGAFACTORÍA DE CERDOS

“Los mapas de la pobreza coinciden con los mapas de la contaminación ambiental"

Diálogo con Enrique Viale, Abogado Ambientalista

Por Guillermo Cichello


Cuando se desarrollaba la Cuarta Cumbre sobre el Cambio Climático en el entonces Centro Municipal de Exposiciones, al lado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, alguien le dijo a un estudiante de abogacía que miraba en los pasillos: “¿Querés entrar?”. Y entró. Era el año 1998 y el estudiante era Enrique “Quique” Viale. “Siempre supe que el derecho no lo iba a ejercer de manera normal, sino relacionándolo con lo social. En ese momento le encontré una vuelta de tuerca: lo socio-ambiental. Ahí me empecé a interesar”.

Unos años después de esa entrada, Viale fundaba la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas (2004), asesoraba a la Comisión de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Senado de la Nación, litigaba en numerosas causas por daño y recomposición ambiental contra la Barrick (como abogado de la Asamblea del pueblo de Jáchal, San Juan, por los derrames de cianuro en la mina Veladero), contra Monsanto, Chevron, el grupo inmobiliario IRSA, o participaba en la histórica causa que tramita ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo.

“Cuando egresé en el año 2000 hice un postgrado llamado Régimen Jurídico de los Recursos Naturales y empecé a contactarme con asambleas de distintas partes del país que venían luchando contra la megaminería, etc. Me especialicé a la fuerza”.

Atravesamos un año absolutamente excepcional para los debates socio-ambientales; no sólo por la irrupción de la pandemia del COVID-19 que al interrogar sus causas es imposible no hacer foco en la depredación de la naturaleza, sino por la multitudinaria movilización en defensa del agua a principios de año en Mendoza, por el intenso debate sobre la posible instalación de mega-factorías de cerdos debido a la peste que diezmó la población porcina de China, y –por estas horas, con el humo en Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe- con el debate de una ley de humedales que ponga límite a los demenciales incendios promovidos por productores rurales.

Por eso nos resultó propicia la ocasión para sostener una conversación con Enrique Viale.


-Tal vez no es tan conocido un pronunciamiento muy lúcido de Perón del año 1972 sobre la cuestión ambiental. Más allá de aquel mensaje, ¿cómo pensás la relación que existe entre la cuestión ambiental y los partidos que a grandes rasgos podríamos inscribir en la tradición del peronismo, los movimientos nacionales y populares, los partidos progresistas, etc.?

“El pronunciamiento de Perón de 1972 ante la Cumbre de la Tierra, en Estocolmo, es un documento que no sólo mantiene actualidad en 2020, sino que es de vanguardia. Lamento que no sea tan conocido, incluso dentro del peronismo; pareciera que en el peronismo no pudiera haber una corriente que pudiera ver este tema con otros ojos. El documento es de una potencia extraordinaria, de una visión de estadista única, que anticipaba cada uno de los conflictos y nos señalaba además cómo superarlos. Salvo Pino Solanas y algún otro, la verdad que dentro del peronismo se han hecho y se hacen bastante los tontos con ese documento. Hay gente joven que le está hoy dando una vuelta de tuerca, como Leonardo Groso (presidente de la comisión de Ambiente en la Cámara de Diputados de la Nación) etc., pero la mayoría mira para otro lado. Ese documento es complementado con la encíclica Laudato si, del papa Francisco, del año 2015: uno de los documentos más extraordinarios del siglo XXI, con una fuerte inspiración en esa carta de Perón. Es muy interesante. Le cuesta a los progresismos darse cuenta de esto porque tienen esa vieja creencia -superada hace 30 años (incluso el documento de Perón la supera)-, de que primero tenemos que atender lo social y después veremos lo ambiental, como si no tuvieran las mismas causas, como si las causas de la degradación ambiental no fueran las causas de la degradación social, como si los mapas de la pobreza no coincidieran con los mapas de la contaminación, como si no conocieran la historia de América Latina y su rol de exportadora de naturaleza, una historia de saqueo y contaminación. Eso es lo que realmente me preocupa y me alarma”.


– Asistimos a un debate interesante en la Argentina y en el mundo que conjuga la justicia social, los derechos a una distribución de la riqueza, con la protección del ambiente, ¿podemos definir que estamos ante el nacimiento de un ambientalismo popular? Y, en su caso, ¿en qué consiste para vos?

“Creo que el ambientalismo popular nació hace mucho tiempo; estaba concentrado o resultó difícil popularizarlo, pero fue la experiencia de las asambleas ciudadanas en muchos países, de los campesinos y las comunidades indígenas que vienen luchando y defendiendo su territorio. Esto tiene una larga historia no sólo en nuestro país, sino en toda América Latina. No es casual que América Latina sea la región donde más defensores ambientales o defensores de la naturaleza han sido asesinados. Muere asesinado uno cada dos días. Una locura. Este ambientalismo popular existe. Muchas veces es ninguneado por la prensa hegemónica, pero también por los sectores progresistas que lo relativizan. En el último tiempo esto ha empezado a cambiar y ya no es tan fácil ridiculizar ni invisibilizar a estos sectores”.


-Por estos días, adquirió cierta relevancia pública un acuerdo con China para la instalación de granjas industriales de cerdos –debido a la proliferación en aquel país de la peste porcina africana que diezmó su población porcina. Tu visión de esta perspectiva.

“Lo que trascendió del acuerdo con China para la instalación de mega-factorías de cerdos en nuestro país, realmente nos alarma, nos asusta y por eso iniciamos una campaña para ponerle luz pública y promover un debate nacional en ese sentido. Ni siquiera es que China les va a comprar a nuestros productores más carne y así aumentar nuestras exportaciones, sino que China quiere instalar, como enclaves de exportación, estas mega-factorías de carne porcina. Lo que implica varias capas de alarma. La primera es que estamos en el medio, sufriendo la peor parte de una pandemia, de un virus zoonótico, de un virus que saltó de los animales a los humanos por este tipo de producciones. ¿En este contexto nosotros vamos a instalar aquí esas fábricas de pandemias? Mega-granjas con miles y miles de animales hacinados, ¿nos parece razonable o por lo menos merecería un debate público? Otra capa es seguir con la misma historia: primarizar nuestra economía como la única forma de desarrollo. No hay creatividad en buscar otras formas o posibilidades de superar nuestros índices de pobreza que se ven acentuados, obviamente, por la pandemia, en todo el mundo y en la Argentina también. Esto preocupa porque parece que deberíamos acentuar las cosas que nos trajeron hasta acá. Para salir de la pobreza que aparejó el modelo primario del agronegocio, megaminería y fracking, la solución sería más agronegocio más megaminería y más fracking. Es para pensarlo”.


– La pandemia del Covid-19 representa una oportunidad para repensar las cuestiones ambientales, ya que se escuchan voces que ligan esta enfermedad a la devastación del planeta. Más allá de la ansiosa y entendible espera de una vacuna que ponga fin a la pandemia, ¿en dónde para vos es conveniente poner el foco para profundizar en la reflexión de sus causas o de las causas de futuras pandemias?

“Cuando empezó esto, en las primeras semanas empezamos a reflexionar con Maristella Svampa (con quien estamos por sacar juntos un libro en septiembre). La pandemia nos hace pensar nuestra propia existencia y teniendo en cuenta que el virus reconoce claros orígenes en la degradación socio-ambiental, esto nos debería además permitir reflexionar sobre nuestros medios de vida, sobre nuestros modos de producción y sobre nuestro modo de relacionarnos con la naturaleza. Propusimos entonces juntar justicia social con justicia ecológica y plantear un gran Pacto Eco-social y Económico para la post-pandemia, acordado por toda la sociedad y el Estado, consistente en cinco puntos. No es para nada un pacto verde, ecológico, solamente, sino que lo primero que plantea es un Ingreso Ciudadano Universal para que toda persona por el sólo hecho de existir pueda tener una mínima renta para garantizar sus condiciones dignas de vida. También propusimos una auditoría y suspensión de la deuda externa, repensar el modelo tributario argentino que es absolutamente injusto y promover –es el momento- un impuesto a las grandes fortunas. También un sistema nacional de cuidados para cuidar a los sectores más vulnerables de la sociedad, tan importante en estos momentos y proporcionalmente tan injusto al recaer sobre las mujeres. Y el quinto punto –el más ecológico, si se quiere- es una transformación socio-ecológica radical. Nosotros creemos que puede contribuir a la recuperación económica transformar nuestros sistemas de vida, nuestras formas de habitar el país –un país absolutamente urbano con el 92 % de la población que vive en ciudades (el promedio mundial es del 54 %), lo cual es absolutamente inviable. Hay que generar condiciones para la vuelta a las pequeñas y medianas localidades, generando cordones agroecológicos en las ciudades que den trabajo, arraigo y una mejor educación y salud. Tenemos que garantizar que la gente no tenga que venir a hacinarse en las grandes ciudades, justamente donde estamos viviendo las peores consecuencias de la pandemia, como el área metropolitana de Buenos Aires. Es el momento de esto y de una transformación del sistema energético que puede generar miles de puestos de trabajo. Repensar nuestros modelos productivos es clave».

"Es necesario un Pacto Ecosocial y Económico"



OPINIÓN / 5 DE JUNIO | DÍA DEL MEDIO AMBIENTE (2020) 

Maristella Svampa y Enrique Viale: "Es necesario un pacto ecosocial"


Maristella Svampa* Enrique Viale**


Fue en 1972 que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 5 de junio como Día Mundial del Ambiente, con el objeto de sensibilizar a la población mundial y, al mismo tiempo, impulsar acciones políticas proactivas en defensa del planeta. Sin embargo, casi cincuenta años después, de la mano de un modelo de globalización neoliberal y depredatorio, la humanidad se encuentra al borde del colapso ecosistémico y climático: calentamiento global, extractivismo y destrucción de territorios, extinción masiva de especies y pérdida de biodiversidad, aumento exponencial de la huella ecológica, entre otros problemas, ilustran la consolidación de modelos de (mal) desarrollo que amenazan la vida en el planeta. 

La gran pandemia mostró el fracaso de este modelo de globalización consolidado en los últimos treinta años, al calor de la Organización Mundial del Comercio y la apertura indiscriminada de los mercados. Por un lado, puso al desnudo y potenció las desigualdades sociales y económicas, haciéndolas más insoportables que nunca. Tal como señala el economista Thomas Piketty, los actuales niveles de concentración de la riqueza son equivalentes a aquellos de fines del siglo XIX, cuando no existía un Estado regulador y solo el mercado era el ordenador de las relaciones sociales. La pandemia de coronavirus evidenció también un retroceso social que abarca el sistema de salud (debilitado y privatizado), la producción de alimentos y la degradación del hábitat urbano, sobre todo en relación con los sectores más vulnerables. 

Oportunidad. Por otro lado, la pandemia tiene también orígenes socioambientales, aunque se tienda a invisibilizarlos. Como indican numerosos estudios, virus como el del ébola, la gripe aviar y la porcina, el SARS, encuentran múltiples causas ambientales, entre ellas la deforestación indiscriminada, el tráfico de animales silvestres y la cría de animales a gran escala. Estos son el caldo de cultivo de los llamados virus zoonóticos, que tienen un alto nivel de contagiosidad y saltan de los animales a los seres humanos. El Covid-19 no es seguramente una excepción. 

Con todo lo horroroso que trae la pandemia, la crisis abrió un portal desde el cual se tornó posible aquello que hace poco tiempo se consideraba inviable. En esta línea comenzaron a circular diferentes propuestas globales y nacionales, que en el Sur adoptaron el nombre de Pactos Ecosociales y Económicos y en el Norte, Green New Deal. Lo central es que no se trata exclusivamente de propuestas “verdes”, sino de agendas integrales que articulan justicia social con justicia ecológica, justicia étnica y de género.

En América Latina, desde hace unos días circula el Pacto Ecosocial, Económico e Intercultural y en Argentina, hace más de un mes hemos lanzado una propuesta firmada por más de 400 intelectuales, artistas y organizaciones sociales, que propone un Pacto Ecosocial y Económico con cinco puntos: ingreso universal, reforma tributaria progresiva, suspensión del pago y auditoría de la deuda externa, paradigma del cuidado y reforma socioecológica radical (energética, productiva, alimentaria y urbana).  Dicha agenda no se apoya en el vacío; remite a grandes debates globales, así como a luchas sociales que recorren el país y el continente.

Economía y ambiente. Por ejemplo, los debates sobre la necesidad de instalar un ingreso universal ciudadano, un impuesto a las grandes fortunas y suspender el pago de la deuda externa, están lejos de ser tópicos de alcance local. Son, como señalaba en una entrevista a pERFIL la analista Gillian Tett, “una tendencia global”. Atraviesan declaraciones de organismos internacionales como el FMI, la Unctad, la Cepal o incluso columnas de diarios hiperconservadores, como el Financial Times; todos los cuales coinciden en que la crisis exigirá un rol mayor del Estado y nuevos tiempos redistributivos.

Asimismo, el debate instalado por las feministas sobre el cuidado, definido como un derecho, cuenta con una larga historia. Esto aparece más relevante en el actual contexto de pandemia y exige un involucramiento mayor del Estado, a través de políticas públicas que desmercantilicen la salud y que conecten cuidado, salud y ambiente, para poder afrontar los desafíos del cambio climático y, muy probablemente, las pandemias que vendrán. También resulta fundamental visibilizar y revertir el brutal desequilibrio de género de quienes realizan las tareas de cuidado: las mujeres. El gran aporte de los feminismos, como el de los pueblos originarios, es su apuesta radical por colocar en el centro la sostenibilidad de la vida, hoy amenazada por la lógica destructiva del capital.

Petróleo. Por último, nuestra propuesta de Pacto Ecosocial y Económico coloca el acento en la transición socioecológica, en sus diferentes niveles. Por un lado, la gravedad de la situación requiere que avancemos en propuestas de transición de la mano de un paradigma energético renovable,  descentralizado, desmercantilizado y democrático. Aunque el recurso esté disponible (como es el caso de Vaca Muerta), los impactos de los combustibles fósiles ligados al cambio climático instalan un límite ecológico. A la par que se derrumba el precio del petróleo, crecen los movimientos globales de desinversión en combustibles fósiles, y estos se van convirtiendo en “activos varados u obsoletos”, al tiempo que se multiplican las experiencias locales en torno a la energía limpia y sustentable. Esta tendencia irá acelerándose: por ejemplo, esta semana fue el Parlamento el que rechazó por cuestiones ambientales el Acuerdo de Libre Comercio Unión Europea- Mercosur.

De igual modo sucede con el modelo alimentario. La Argentina debe promover desde el Estado y la sociedad una nueva ruralidad, basada en un paradigma agroecológico-biocéntrico y que promueva la soberanía alimentaria. El modelo de agronegocios imperante, que requiere poca mano de obra, depende de los agroquímicos, destruye bosque nativo y produce forraje para ganado, es cada vez más cuestionado por su concentración, insustentabilidad y sus impactos sobre la salud. Durante la cuarentena, se produjo la multiplicación del consumo de productos agroecológicos, sobre todo en las grandes ciudades. Pero debemos ir más allá. Necesitamos una agricultura con agricultores, que promueva el trabajo en el campo y que produzca alimentos sanos a precios justos: esa es la agricultura del futuro. No hay que olvidar que la agricultura familiar (campesina) produce el 70% de los alimentos del mundo, en el 25% de la tierra; mientras que el agronegocio, para producir el 25%, concentra el 75% de la tierra.

Vinculado con lo anterior, se torna necesario repensar el modelo urbano. Nuestras grandes ciudades se transformaron en una trampa mortal, sobre todo para las poblaciones vulnerables, hacinadas y privadas de los servicios básicos. Debemos repensar la relación entre lo rural y lo urbano, promoviendo el arraigo en las ciudades pequeñas y medianas, garantizando tierra para pequeños y medianos productores de alimentos con cordones verdes que provean alimentos frescos y baratos a toda la población, en sintonía con lo propuesto por más cien movimientos sociales con el “Manifiesto nacional por la soberanía, el trabajo y la producción”.

En suma, la pandemia abre grandes desafíos a nivel nacional, regional y global, lo que nos obliga a salir del sectarismo, de los lugares comunes y de las falsas soluciones. Sería un grave error que el gobierno de Alberto Fernández desaproveche esta oportunidad inmejorable para avanzar en un ingreso único que, de manera procesual, apunte a la universalidad –tal como lo indica la Cepal– y a una reforma impositiva que incluya impuestos a los que más tienen. Esa es la puerta de entrada para una serie de transformaciones de fondo, que deben abarcar necesariamente la transición socioecológica. No podemos caer en la tentación del progresismo selectivo buscando la reactivación económica de la mano de más extractivismo. Si con agronegocio, fracking (Vaca Muerta) y megaminería tenemos más de la mitad de los niños bajo el nivel de pobreza y las “soluciones” que se proponen son profundizar más de lo mismo, ¿no será entonces que llegó el momento de debatir seriamente los modelos de (mal) desarrollo?

En el marco de la pandemia, los primeros aciertos de Alberto Fernández fueron valorados por el conjunto de la sociedad. Pero en un escenario de disputa pospandemia se requieren medidas económicas, sociales y ambientales estructurales. Aquí resulta crucial la posición que el Gobierno adopte en relación con las luchas sociales, esto es, si decide responder a las demandas que desde abajo apuntan a la construcción de lo común, en una clave igualitaria y sustentable, o bien cede a las presiones de los sectores económicos más concentrados, en defensa de sus privilegios.

Por último, nuestra propuesta no es un “cuaderno de quejas” ni un listado de demandas dirigidas a los gobiernos de turno. Constituye, como afirmamos en el Pacto Ecosocial desde el Sur, junto con otras voces de América Latina, “un llamado a los diferentes movimientos sociales y ambientales, organizaciones territoriales, gremiales y barriales, comunidades y redes, pero también a gobiernos locales alternativos, parlamentarios, magistrados o servidores públicos comprometidos con la transformación; para cambiar las relaciones de fuerza, mediante plebiscitos, propuestas de ley u otras muchas estrategias con una real incidencia para imponer estos cambios a las instituciones existentes por parte de una sociedad organizada y movilizada”.


*Socióloga **Abogado ambientalista

Pacto Ecosocial y Económico


Pacto Ecosocial y Económico

Nuestro Green New Deal


Por Maristella Svampa y Enrique Viale

Vivimos una encrucijada civilizatoria cuyo alcance y consecuencias todavía inciertas envuelven las diferentes esferas de la vida. La pandemia ha desnudado y agudizado las desigualdades sociales y económicas haciéndolas más insoportables que nunca. Hoy se vuele necesario retomar aquellas alternativas que hace solo unos meses parecían inviables para encontrarle una salida diferente a esta crisis. Como pocas veces, la pandemia nos impulsa a dejar de mirar el Estado, los mercados, la familia, la comunidad, con lagañas tradicionales. A la luz de nuestra vulnerabilidad social y nuestra condición humana, como seres inter y ecodependientes, debemos repensar en una reconfiguración integral, esto es, social, sanitaria, económica y ecológica, que tribute a la vida y a los pueblos.  

Así, la capacidad del Estado, que hoy aparece como fundamental para superar la crisis a nivel global y nacional, debe ser puesta al servicio de un gran Green New Deal o Gran Pacto Ecosocial y Económico para transformar la economía mediante un plan holístico que salve al planeta y, a la vez, persiga una sociedad más justa e igualitaria. Lo peor que podría suceder es que, en su propósito de volver a crecer económicamente, el Estado apunte a legislar contra el ambiente, acentuando la crisis ambiental y climática, así como las desigualdades Norte-Sur y entre los diferentes grupos sociales. Hay que entender de una vez por todas que las Justicias Ecológica y Social van juntas, que no sirve una sin la otra. 

Desde nuestra perspectiva, cinco son los ejes fundamentales del Pacto Ecosocial y Económico a debatir: un Ingreso Universal Ciudadano, una Reforma tributaria progresiva, la suspensión del pago de la Deuda Externa, un Sistema nacional de cuidados y una apuesta seria y radical a la Transición socioecológica. 

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1-La actual catástrofe pone en evidencia que todo ser humano debe tener garantizado un ingreso básico que le abra la posibilidad de una vida digna. Para acceder a este Ingreso universal o Renta básica, impulsado históricamente en nuestro país por el economista Rubén Lo Vuolo y ciertas organizaciones sociales, no se requiere ninguna otra condición personal que la de existir, y con ello, la de ser ciudadano. A diferencia de las políticas sociales focalizadas y fragmentarias que se han venido implementando en la región latinoamericana y en nuestro país en las últimas décadas, el Ingreso Universal Ciudadano está desvinculado del empleo asalariado, no exige contraprestación alguna, no refuerza la trampa de la pobreza (como sucede con los planes sociales focalizados) ni el clientelismo, y pretende garantizar un piso suficiente para el acceso a consumos básicos. Lejos de ser algo irrealizable, el Ingreso Universal hoy está en el centro de debate de la agenda global, así como lo está la propuesta de reducir la jornada de trabajo estableciendo un límite de, al menos, entre 30 y 36 horas semanales, sin disminución salarial. Entre otros beneficios, esto último no solo mejoraría la calidad de vida de los y las trabajadoras sino que permitiría la creación de nuevos puestos de empleos para cubrir las horas reducidas. Pero, además, una apuesta al reparto de tareas implicaría afrontar proactivamente la realidad de la automatización de los procesos de producción y el avance de la sociedad digital, sin tener que multiplicar por ello la desocupación y la precarización del empleo.

2- La implementación del Ingreso Universal no solo pone en el centro de la escena la cuestión de la ciudadanía sino también la necesidad de contar con sistemas impositivos progresivos, como base para su factibilidad y buen funcionamiento. No hay que olvidar que nuestro país cuenta con un sistema fiscal regresivo, basado en los impuestos indirectos o al consumo (como el IVA) y un impuesto a las ganancias (incluyendo el impuesto al salario) que golpean sobre todo a los sectores medios y bajos. Los grandes patrimonios, las herencias, los daños ambientales, las rentas financieras, son todas fuentes tributarias que tienen nula o muy baja presencia en el sistema impositivo del país. Como afirma José Nun, ex secretario de Cultura, quien hace tiempo viene tallando en estos temas, “esta vía exige una reforma impositiva profunda, cuyo significado e importancia deben instalarse en la conciencia colectiva para distinguirla de los parches y remiendos que hoy reciben ese nombre”. Así, el segundo eje del Pacto Ecosocial y económico no solo apunta a un necesario impuesto a las grandes fortunas que coadyuve a afrontar el costo de la crisis. También es imprescindible una Reforma Tributaria Progresiva que reconfigure desde la base el actual sistema fiscal en todas las jurisdicciones, en un sentido equitativo, y que incluya desde el impuesto a la herencia erradicado de un plumazo por Martínez de Hoz durante la última dictadura militar, además de nuevos impuestos verdes a las actividades contaminantes. 

No podemos tolerar que, tal como ya sucedió a nivel global con la crisis financiera de 2008, el Estado salga a socorrer a los bancos y entidades financieras y terminen siendo los más vulnerables quienes financien esta crisis. La concentración de la riqueza a la que asistimos en esta fase del capitalismo globalizado y neoliberal es solo comparable con aquella propia del capitalismo desregulado de fines del siglo XIX y principios del XX. Mientras tanto, aunque la pobreza haya disminuido, según los períodos y las sociedades, las desigualdades aumentaron, tanto en el Norte como en el Sur global. Según datos de la organización Oxfam, el 1% más rico de la población mundial posee más del doble de riquezas que 6900 millones de personas: casi la mitad de la humanidad vive con menos de 5,50 dólares al día. En materia ecológica, los datos también escandalizan: solo 100 grandes empresas transnacionales son responsables del 70% de los gases de efecto invernadero a nivel global. 

3- En momentos extraordinarios es cuando se justifican la suspensión de las grandes deudas de los Estados. No hay que ser radical ni heterodoxo en materia política y económica para darse cuenta de ello. En las economías desarrolladas la deuda total –hogares, empresas, gobierno- representa el 383% del PBI. En las economías emergentes, es del 168%. Ningún país puede pagar colosales montos de divisas sin antes garantizar a sus habitantes una vida digna, mucho menos en un contexto de inédita recesión económica global y nacional. Y mucho menos, tampoco, en una situación de casi default provocada principalmente por los préstamos contraídos por la gestión anterior, que solo sirvieron para fugar dinero y sostener déficits fiscales que no beneficiaron a los sectores más vulnerables. Hace unas semanas, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) propuso un nuevo Plan Marshall que libere 2,5 billones de dólares de ayuda a los países emergentes, e implique el perdón de las deudas, un plan habitacional en servicios de salud, así como programas sociales. La necesidad de rehacer el orden económico mundial, que impulse incluso un jubileo de la deuda, hoy aparece como viable y plausible.

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4. La pandemia debe abrir paso a la construcción de sociedades ligadas al paradigma del cuidado, por la vía de la implementación y el reconocimiento de la solidaridad y la interdependencia también en las políticas públicas. Así, es necesaria la implantación de un Sistema Nacional Público de Cuidados destinado a atender las necesidades de personas mayores en situación de dependencia, niños y niñas, personas con discapacidad severa y demás individuos que no puedan atender sus necesidades básicas. Una vez superada la pandemia, tanto a nivel global como nacional, la recuperación de la economía debería priorizar tanto el fortalecimiento de un sistema nacional de salud y de cuidados, que exige un abandono de la lógica mercantilista, clasista y concentradora, generadora de ganancias para los monopolios farmacéuticos, y un redireccionamiento de las inversiones del Estado en las tareas de cuidado, así como el equilibrio y el cuidado de la Madre Tierra.

Vinculado con los problemas en la salud de la actual pandemia, recordemos que los virus más recientes–como el SARS, la gripe aviar, la gripe porcina y el Covid 19- están relacionados con la destrucción de hábitats de especies silvestres para plantar monocultivos a gran escala. Es necesario dejar el discurso bélico detrás, asumir las causas socioambientales de la pandemia y colocarlas en la agenda política-estatal para responder así a los nuevos desafíos. En esa línea, las voces y la experiencia del personal de la salud serán cada vez más necesarias para colocar en la agenda pública la inextricable relación que existe entre cuidado, salud y ambiente, de cara al colapso climático. Nos aguardan no solo otras pandemias, sino la multiplicación de enfermedades ligadas a la contaminación y a la agravación de la crisis climática. 

5. No podemos invisibilizar más los debates sobre la crisis ecológica y el colapso climático. Es momento de que la Argentina comience una Transición Socioecológicauna salida ordenada y progresiva del modelo productivo netamente fosilista y extractivista. Transición y Transformación, pues se trata de avanzar en un cambio del sistema energético hacia una sociedad post-fósil basada en energías limpias y renovables. Algo que hasta ahora no ha sido posible ni pensable, en un contexto en el que la visión eldoradista asociada a Vaca Muerta obturó aún más la expansión de imaginarios energéticos alternativos y sustentables.

Por otro lado, la caída estrepitosa del valor del barril del petróleo pone fin a la apuesta por explotar combustibles fósiles no convencionales que se había instalado en nuestro país desde el descubrimiento del yacimiento Vaca Muerta, hace poco menos de una década. Lo cierto es que la inviabilidad económica de este proyecto se evidencia desde hace varios años en los millonarios subsidios que gozaban las compañías petroleras para sostener la producción, solventados por enormes aumentos de tarifas a los consumidores. El derrumbe histórico del precio del petróleo desbarata el “Consenso del fracking” que unía sectores del campo político y económico, y deja bajo tierra el mito eldoradista sobre este yacimiento -aquel que lo mostraba como “el salvador” de nuestro país-, al tiempo que abre también una oportunidad extraordinaria para repensar totalmente el sistema energético.

Tal vez sea utópico pensar que Argentina tenga el 100% de sus energías renovables en el año 2040, pero ésa es la dirección que el país debe encarar. Al mismo tiempo, se trata de avanzar también en términos de democratización, pues la energía es un derecho humano, y una de las principales tareas en un país como el nuestro es terminar con la pobreza energética que caracteriza a las barriadas populares. Así, la justicia social y la justicia ambiental deben ir articuladas. 

La otra cara de la transición es potenciar la Agroecología para transformar el sistema agroalimentario argentino. En este sentido, la creación y fomento de cinturones verdes de agricultura ecológica en ciudades y pueblos son claves para generar empleo y garantizar alimentos sanos, seguros y baratos. Estas iniciativas, además, promoverían la soberanía alimentaria con sistemas de producción y distribución dirigidos al desarrollo de mercados locales agroecológicos y solidarios de pequeños productores, enfocados en fomentar una cultura asociativa y comunitaria y una responsabilidad ciudadana en el consumo. Se puede comenzar con la obligatoriedad de compra por parte de los gobiernos a estos productores para escuelas, hospitales y demás organismos públicos. Esto fomentaría el arraigo en pequeñas y medianas ciudades semirurales si se complementa con acceso a la tierra, la vivienda, la salud (de calidad), la educación (en todos los niveles, desde jardines de infantes hasta la universidad) y los alimentos. 

El Antropoceno como crisis es también un Urbanoceno. Tengamos en cuenta que en Argentina el 92% de la población vive en ciudades (el promedio mundial es de 54%) concentrada en un 30,34% de nuestro territorio. Solo en el Área Metropolitana de Buenos Aires, el 0,4% de la superficie total del país, vive el 31,9% de la población total. Habitamos ciudades planificadas por y para la especulación inmobiliaria (cuya contracara es la emergencia habitacional y la insuficiencia de espacios verdes) y dominadas por la dictadura del automóvil (con transportes públicos saturados). Esta característica puso bajo la lupa a las vidas urbanas en cuarentena y evidencia la necesidad de un cambio radical en la forma en que vivimos en las metrópolis. Debemos ruralizar la urbanidad, sobre todo en las grandes ciudades donde la relación con la Naturaleza es prácticamente nula. Debemos reparar la separación que tienen los habitantes urbanos respecto de la naturaleza, así como de las fuentes de nuestra alimentación y nuestra vida. 

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Por último, estamos convencidos que parte fundamental del Pacto Ecosocial y Económico es el reconocimiento legal de los Derechos de la Naturaleza. En otras palabras, los seres humanos debemos admitir a la Naturaleza como sujeto de derechos y no como un mero objeto. Debemos convivir armónicamente, respetar sus ritmos y capacidades. 

Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, reconstruir con ella y con nosotros mismos un vínculo de vida y no de destrucción. Nadie dice que será fácil pero tampoco es imposible. Pero no nos engañemos: el “retorno a la normalidad” es el retorno a las falsas soluciones. Tampoco “volver a crecer como antes” es la salida. Solo podría conducir a más colapso ecosistémico, a más desigualdades, a más capitalismo del caos. Con todo lo horroroso que ha traído la pandemia, es cierto también que estamos ante un portal: el debate y la instalación de una agenda de transición justa por la vía de un Gran Pacto Ecosocial y Económico puede convertirse en una bandera para combatir el pensamiento neoliberal -hoy replegado-, neutralizar las visiones colapsistas y distópicas dominantes y vencer la persistente ceguera epistémica de tantos progresismos desarrollistas, que privilegian la lógica del crecimiento económico así como la explotación y mercantilización de los bienes naturales.

La apuesta es construir una verdadera agenda nacional y global con una batería de políticas públicas, orientadas hacia la transición justa, que requieren de la participación y la imaginación popular, así como de la interseccionalidad entre nuevas y viejas luchas, sociales e interculturales, feministas y ecologistas. Esto plantea sin duda, no solo la profundización y debate sobre todos estos temas, que hemos intentado presentar de modo sumario aquí, sino también la construcción de un diálogo Norte-Sur; Centro/Periferia, sobre nuevas bases geopolíticas, con quienes están pensando en un Green New Deal, a partir de una nueva redefinición del multilateralismo en clave de solidaridad e igualdad.